Uno de los actos más absurdos de servilismo con los gobernantes en turno es ponerle a los edificios o a las calles sus nombres o el de sus familiares. Pero lo peor es el ridículo que algunos hacen cuando, al cambiar la situación política, intentan borrar con la cola lo que hicieron con el pico.
Hará unos cuatro años, cuando Javier Duarte de Ochoa estaba en la “plenitud del pinche poder”, en la Unión Ganadera de la zona de Veracruz se les hizo buena idea nombrar el recinto donde se lleva a cabo anualmente la expo Ylang Ylang con el nombre de Javier Duarte Franco, padre del entonces gobernador, y hasta colocaron una placa alusiva al “acontecimiento”.
Ahora, después de que el duartismo cayó en desgracia, los ganaderos no quieren ni acordarse de su desliz y ya le cambiaron el nombre al lugar: ahora se llama Recinto Ferial de los Ganaderos Organizados de Veracruz.
Pero la quemada no se la quitan ni con tepezcohuite.





