Francisco de Luna
El olor a piel curtida se dispersa entre las calles principales del municipio de Naolinco. El viento es frío; la temperatura es de seis grados. La niebla y el resonar de los martillazos no pasan desapercibidos; se escuchan en cada uno de los talleres donde se fabrican de manera artesanal los zapatos que son orgullo de los habitantes del lugar.
Recorrer las calles “Gutiérrez Zamora” o “Doctor Rafael Lucio” es encontrarse en cada local un exhibidor rústico o moderno con diversos pares de botas, chamarras de piel, carteras, gorras y cinturones, que a su vez se convierten en postales de ese pintoresco pueblo.
Se trata de un rincón veracruzano, un municipio enclavado en la montaña que busca alcanzar la denominación de pueblo mágico. Su significado es “Lugar de los cuatro movimientos del sol”.
Tiene casi 20 mil habitantes y su gente se expresa con cariño de esta tierra; aquí todo parece calmado, quieto y solitario; evocador incluso, nostálgico.
Aquí todo es incierto, sobre todo el tiempo.
De pronto asoma el sol, pero en cuestión de segundos, un nubarrón eclipsa todo; la niebla baja y cubre con su manto a las calles empedradas y a esas casas coloniales, pues algunas datan del año 1519.
Naolinco se ubica a menos de una hora de la ciudad de Xalapa y el recorrido en la carretera que serpentea entre los cerros es de aproximadamente 35 kilómetros.
En este poblado todo se puede convertir en fotografía. La señora que vende los coloridos dulces de coco, el señor en su puesto de pan, los ancianos platicando sus anécdotas en la explanada de la iglesia o la familia que vende productos elaborados con barro y pintados a mano.
Para don Luis Meza el productor y artesano del calzado, el pueblo de por sí es mágico, incluso misterioso, con esas leyendas que se cuentan y que a muchos de niños les ha hecho acelerar el palpitar de sus corazones.
El zapato, un modo de vida
La historia de la industria del calzado en Naolinco se remonta al año 1750, cuando de manera rudimentaria se elaboraban los zapatos para los campesinos, “tenían que ser fuertes, muy resistentes y de pura piel”, refiere don Luis Meza, quien desde hace 55 años se ha dedicado a este oficio.
Hizo de la elaboración del zapato un modo de vida. Con este trabajo sostuvo económicamente a su familia y logró dar estudios profesionales a sus hijos.
Entrevistado en su taller, marcado con el número 10 y ubicado en la calle “Fernando Gutiérrez Barrios”, muestra una bota del número ocho y medio, un pedido especial de una mujer “que calza grande”, dice y sonríe.
El ambiente huele a pegamento, a cuero recién procesado, pero esa esencia a pausas se va dispersando, porque de los mil productores de zapatos que llegaron a existir hace 30 años, actualmente sólo quedan 250.
Los zapatos y productos del continente asiático han acabado con lo artesanal de Naolinco. Les han peleado las ventas con precios muy bajos pero de mala calidad, dice don Luis, quien lamenta que esta industria vaya perdiendo terreno.
Nostalgia por los buenos tiempos
En la década de los ochentas, Naolinco llegó a ocupar el lugar número 7 a nivel nacional en ventas y producción artesanal. Hoy, de esas posiciones sólo quedan los reconocimientos y los buenos recuerdos.
Los precios que ofrecen como productores van desde los 150 pesos; eso hace 30 años les permitía ventas, “había filas y filas de camiones esperando ser llenados. En una noche, todo nuestro producto se vendía y quedábamos vacíos en los locales”, relata don Luis Meza.
Este pueblo es popular por la fabricación de calzado; por el día de muertos, la festividad de Todos los Santos, cuando grandes calaveras son colocadas en las calles; así como por las impresionantes cascadas que se pueden observar desde el “Balcón de la Muerte”.
Naolinco es un pueblo que tiene magia, aunque por el momento carezca de la denominación de Pueblo Mágico, que otorga la Secretaría de Turismo del Gobierno Federal. Los naolinqueños son pacientes, saben que el reconocimiento llegará; sin embargo, actualmente, el principal problema que enfrentan los habitantes de este lugar no se relaciona con la llegada de turistas, sino con la competencia desleal de las importaciones de calzado chino.
Crisis en la industria nacional del calzado
No se trata de un problema exclusivo de Naolinco; de hecho, todos los lugares que producen calzado, como Guanajuato, Jalisco, Distrito Federal y Estado de México, enfrentan circunstancias parecidas, aunque en este pueblo veracruzano se acentúa el problema porque la actividad es meramente artesanal.
En 2014, por ejemplo, en nuestro país, el calzado generó más de 413 mil empleos, el 2.4 por ciento de la ocupación en la industria manufacturera.
México produce cada año 170 millones de pares de zapatos; la cifra representa muy poco en el contexto internacional: China fabrica 5 mil 500 millones de pares; India, 682 millones; Brasil, 520; Italia, 425; en la lista siguen Indonesia, 318 millones; Turquía, con 270; y nuestro país, en un lejano séptimo sitio.
Son números que dicen muy poco a los pequeños artesanos que, como don Luis Meza, sobreviven en Naolinco, en espera de apoyos gubernamentales y mejores condiciones de mercado.