Luis Alberto Romero/Francisco de Luna
Felipe Díaz Hernández despertó en un hospital de Acayucan. El 31 de enero de 1995, cuando conducía un autobús de la línea ADO que cubría la ruta Tabasco-México, sufrió un accidente que le provocó severas lesiones. Ese día perdió una pierna, pero no la fortaleza para seguir luchando a fin de sacar adelante a una familia integrada también por su esposa y nueve hijos.
Esta es una historia de superación, un ejemplo de fuerza de voluntad, disposición y ganas de salir adelante.
Sus compañeros, conductores y trabajadores de dicha empresa de autotransporte de pasajeros, le llamaban, con afecto, “la Tortuga”.
El día del accidente, don Felipe circulaba por el kilómetro 107 de esa vía, el tramo carretero Sayula de Alemán-San Juan Evangelista. Manejaba una unidad de la línea para la que trabajaba, un camión de la marca Mercedes-Benz, casi nuevo, con 26 pasajeros a bordo.
Al salir de una curva, encontró sobre su carril un tráiler mal estacionado sobre la carpeta. De frente venía otro camión de pasajeros.
La maniobra para librar a las dos pesadas unidades que estaban frente a su carro parecía imposible; lo era. En ese instante, el conductor supo que si cambiaba de carril se impactaría contra la unidad, provocando una tragedia de dimensiones inconmensurables; por ello tomó la decisión de frenar de emergencia y dirigirse hacia el camión estacionado, con un ángulo tal que sus pasajeros quedaran a salvo.
No logró evitar el percance; sin embargo, la maniobra del chofer del camión 8175 de ADO GL consiguió salvar la vida de quienes viajaban en esa unidad; incluso, no hubo más lesionados que el conductor, cuya pierna quedó atrapada entre la palanca de velocidades y una parte del tablero.
Narra: “los pasajeros lograron salir con bien, era lo importante; cuando abandonaban el carro me trataron de ayudar, pero era imposible… un compañero, también chofer, circulaba por la misma carretera y se orilló a prestar auxilio, me acomodó unas almohadas, en espera de que llegara la ambulancia y más apoyo”.
En 1995, Felipe Díaz tenía 38 años de edad y se consideraba un hombre afortunado; contaba con una familia de 10 miembros, su esposa, cinco hijos y cuatro hijas.
Su licencia de manejo data de 1974; 21 años después de obtenerla ocurrió el accidente; antes había pasado de la conducción de tráileres a la empresa ADO, manejando un Dina Olímpico, y posteriormente, un ADO GL, con el Mercedes-Benz del percance.
El despertar; “si te mueres, chinga a tu madre”
En el hospital de Acayucan despertó Felipe Díaz Hernández; ahí, a su lado, estaban su esposa y algunos familiares. Sabía que algo había salido mal. Le amputaron una pierna, la izquierda, la del pedal de embrague, la del clutch le dicen los choferes.
Afuera del cuarto de hospital, en la sala de espera, estaba un grupo de conductores de ADO que pedían noticias de “La Tortuga”.
Recuerda: “no podían pasar; sólo me enviaban mensajes que escribían en una libreta que todavía guardo; no te mueras, Tortuga, me decían”.
“Si te mueres, chinga a tu madre”, le escribió uno de sus compañeros; explica que en ese ambiente, son comunes esas expresiones “porque de alguna manera debemos sacar el estrés”.
Rememora el ex conductor de ADO: “llegué a la empresa y de inmediato recibí muestras de afecto; Darío Arellano, un buen hombre, veterano de la compañía, prácticamente me adoptó como si fuera su hijo; me enseñó a trabajar y a desenvolverme con propiedad y rectitud… todavía lo recuerdo y nos vemos a menudo; no terminaré de agradecer lo que hizo por mí”.
Rápida recuperación
En el hospital de Acayucan, su estado se salud se complicó; una mala amputación de la extremidad inferior le originó una fuerte infección, que a punto estuvo de cobrar su vida. Fue trasladado a Coatzacoalcos, donde fue sometido a agresivos tratamientos.
“Decía una doctora que me atendió que si aguantaba la curación, ella me sacaba adelante; me hacía lavados con una mezcla de cloro y vinagre; el dolor era insoportable”.
Don Felipe Díaz logró recuperarse. Tres meses después de su salida del hospital, ya con el alta médica, comenzó a trabajar.
Adaptó un modesto auto para instalar un puesto de tacos. Iba a la avenida Orizaba, de Xalapa, donde ofrecía alimentos; sin embargo, al lugar también llegaron los inspectores del Ayuntamiento, en ese tiempo encabezado por Carlos Rodríguez Velasco, quienes lo amenazaron no solo con retirarlo de la vía pública, sino también con decomisar la unidad y el puesto. “Levanté mis cosas para no volver; no me gustan los problemas”.
Posteriormente, durante casi un año, se dedicó a “vender chácharas”. Dice con orgullo que la venta era buena; “me iba muy bien, vendía mucho, soy un hombre con suerte”.
Fue entonces cuando adquirió una camioneta automática, con la que ahora, 19 años después de perder la pierna, presta sus servicios de fletes y mudanzas en el municipio de Coatepec.
Hoy tiene 60 años y se siente afortunado; “perdí una pierna pero con mi accidente aprendí a valorar más cosas de la vida”. Sabe que en 1995, con su accidente, no solo volvió a nacer; probablemente su maniobra de conducción salvó la vida de 26 personas.
Al Niño Dios también le faltaba una pierna
“Lo que me ayudó fue la fe. Recuerdo que en un viaje que hicimos por Oaxaca, el 31 de enero de 1993, mi camarada se estacionó en la oscuridad; yo me bajé y vi a un Niño Dios de yeso colocado en la calle; ahí lo habían dejado; lo recogí y vi que tenía hoyos y una pierna rota; me lo traje a la casa; lo arreglamos y luego quedó completo. Creo que eso me ayudó mucho porque exactamente dos años después me accidente y perdí mi pierna, la misma que le faltaba al niño”.
A don Felipe le molesta que lo miren con lastima o que lo consideren incapaz de llevar una vida “normal”
“Hay personas que tienen una discapacidad más fuerte que la mía y salen adelante; algunos no tienen brazos o piernas, o están ciegos, y salen adelante. Yo digo ¿por qué voy a dar lastima?, a mí solo me falta una pierna”
Dice que “todo está en la mente porque la mente es muy poderosa; yo mentalmente soy muy fuerte… luego escucho que dicen mira al rengo, o los niño se burlan y dicen mira, le falta su pata, pero eso no me afecta… yo hasta me pongo a bailar con mis esposa cuando, vamos a alguna fiesta”.
“¡Aquí no te quedes!”
Los accidentes de tránsito son la segunda causa de muerte en el grupo de 5 a 29 años de edad; y causan un gran impacto en lo económico, social, emocional y psicológico; de ahí la importancia del trabajo conjunto interinstitucional por crear conciencia y responsabilidad entre la población para que use el cinturón de seguridad, o el casco para los motociclistas.
De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, Inegi, de los accidentes terrestres que al año ocurren en zonas urbanas y suburbanas, 38 por ciento de las víctimas son conductores; y 44 por ciento, pasajeros; mientras el 13 por ciento son peatones. Sólo el 3 por ciento es ciclista.
Hasta 2008, en el ámbito nacional se tenía el reporte de 350 mil accidentes de tránsito terrestres; de ellos, 5 mil 967 habían sido fatales; es decir, con el fallecimiento de una o más personas, y en los restantes se reportaron personas heridas y daños materiales.
Felipe Díaz Hernández dice que desde su accidente a la fecha ha pasado en tres ocasiones por el kilómetro 107 de la carretera Sayula de Alemán-San Juan Evagelista.
Pisa el acelerador de su camioneta de fletes, mientras grita para sí: “¡Vamos Felipillo, vámonos Felipillo, aquí no te quedes!”