Papantla es conocida y famosa a nivel mundial por dos cosas: la danza de los voladores y la flor de orquídea de la vainilla.
La danza ritual de los antiguos totonacas que aún persiste hasta nuestros días, por sus características singulares, ha sido presentada en prácticamente todo el mundo, hasta donde han viajado los famosos voladores, que en todos los lugares donde se presentan producen admiración y respeto.
Originalmente la danza forma parte de un ritual prehispánico, relacionada con la petición hacia las deidades para que brinden buenas cosechas y protejan las actividades agrícolas en general.
Lo singular de la danza ritual de los voladores, es que se realiza a una altura de más de treinta metros, invocando a los cuatro rumbos del universo, el agua, el viento, la tierra, la luna y al sol, considerados como los elementos indispensables para crear la vida en la tierra.
La mañana de este domingo, tuvimos nuevamente la oportunidad de admirar a los cuatro danzantes y un “caporal” que dirige la danza y ejecuta la música con un pequeño tambor y una flauta que se escucha a varias cuadras de distancia, de la iglesia Catedral de Nuestra Señora de la Asunción, en donde se encuentra ya instalado un elevado tubo, desde donde descienden los voladores, sin ninguna red o protección, dando doce vueltas.
Pero el recorrido por el centro de Papantla, la ciudad que gracias a su aromática vainilla, “perfuma al mundo” se inicia a temprana hora, en el mercado que se encuentra precisamente enfrente de la catedral –que luce en su fachada uno de los magistrales murales del artista papanteco Teodoro Cano- en donde en la planta alta está la zona de cocinas económicas, en donde podemos degustar y gustar un plato grande del famoso tamal gigante Zacahuil, rebosante, calientito, aguado, amartajado, con chiles y zanahorias curtidos, unas tiras de cebolla y un buen trozo de carne en tiras.
No puede faltar en ese opíparo desayuno, una orden de bocoles, esas pequeñas tortillas regorditas, que me recuerdan los tres años que estuve viviendo en Tuxpan, en donde los disfrutaba en el restaurante Nuevo 303, pero en Papantla, vamos en su busca al otro mercado, el que se localiza a un costado del palacio municipal, también en pleno centro y en donde encontramos más puestos de vendedoras del tradicional tamal enorme Zacahuil, más seco o “caldoso” como usted lo prefiera, pero todos igualmente deliciosos.
La orden de bocoles, pedimos que nos la surtan –como debe ser- rellenos de queso fresco, frijoles, huevo revuelto, carne de pierna y acompañados de un atolito –de maíz morado- bien caliente para el frío.
Antes de abandonar Papantla para regresar a Xalapa, pasamos a despedirnos de doña Noemi Borromeo Arroyo, que celebra sus primeros ochenta años de vida, quien también nos convoca junto con sus hijos Sergio Elias, Jorge, Noemi Isabel, Matilde Yadira, Eduardo y el recuerdo de Héctor y María Yasmín, a que disfrutemos de otro plato del famoso tamal del totonacapan.
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