Este viernes por la noche llega el Papa Francisco a México, uno de los jefes de Estado más poderosos del mundo que viene a un país de los más católicos que hay, donde se venera a la Virgen de Guadalupe.
Desde que se anunció la visita, las especulaciones y la polémica son tema cotidiano, sobre el por qué viene y a qué viene.
Sobretodo, porque los sitios que visita son característicos de la geopolítica nacional:
Ecatepec, uno de los municipios más densamente poblados, quizá superado por Nezahualcóyotl, el más grande, con una pobreza urbana muy grande y retrato de gran parte de la miseria nacional.
Ciudad Juárez, la frontera más grande del mundo de la mano con El Paso, Texas y Las Cruces, Nuevo México; bastión del tráfico de drogas, humanos, órganos y parte de los paraísos de pederastas internacionales. Sitio donde empezó la guerra del narco de Calderón y donde nació la industria maquiladora mexicana; un símbolo sin dudar del sufrimiento de los migrantes que van por el sueño americano, y de la misericordia de quienes los socorren en su tránsito desolador y en soledad muchas veces.
Chiapas, el sitio con menos católicos y el único de este país donde se libra una guerra religiosa a muerte entre diferentes grupos; también el más marcado por la herencia étnica, donde surgió la famosa guerrilla del “sucbcomediante” Marcos, y donde una figura tradicional fue el obispo Samuel Ruiz, defensor de los derechos indígenas. Chiapas puede ser uno de los sitios con mayor pobreza de este país, a pesar de tener grandes riquezas naturales.
Michoacán, donde se libró una batalla entre muchos grupos del narco, y otros tantos autodefensas, donde no se sabe en que momento se mezclan unos con otros, pero donde la fe es parte de su vida diaria, son conservadores como los del Bajío y el Occidente.
Y desde luego, la Ciudad de México cuyo único mérito es que es la sede de la Basílica de Guadalupe.
Francisco es fiel devoto de la Guadalupana y ya pidió estar a solas unos momentos frente a su imagen.
Los sitios que visita el prelado tienen que ver con parte de sus mensajes de misericordia, de igualdad, de respeto. Defensor de causas vilipendiadas como los migrantes, y grupos minoritarios.
Abogado de la justicia.
Francisco si predica con el ejemplo, y es la humildad y la sencillez dos de sus grandes valores.
Hay que escuchar su mensaje para los mexicanos.
Pero de que el hombre hace política en nombre de Dios, parece que nadie dudaría eso.
Y seguramente llega en un buen momento, donde la pérdida de valores, el consumismo y la impunidad hermana de la corrupción, están ahogando a este país y sus habitantes.
Esperanza y optimismo hacen falta, esperemos que traiga una buena dosis.