La marca ha quedado impresa en cada uno de sus colaboradores, sus carreras políticas, sus ilusiones y aspiraciones por escalar en el servicio público están selladas con la desilusión de los jóvenes, con el dolor de las víctimas en vida que perdieron a familiares asesinados o en desaparición forzada, con el coraje de tantos a quien se les debe dinero por ejercer su trabajo o prestar un servicio, con el hambre de revancha de tantos sectores a los que se les engañó de manera burda.
Basta, para comprobarlo, analizar lo sucedido recientemente en uno de los cafés de La Parroquia, en el puerto de Veracruz; circuló un video de manera muy rápida en redes sociales donde se puede ver a un grupo de personas que, a gritos, manifiestan su desprecio a “Duarte”; en el mismo clip nuca es posible distinguir a quién o quienes va dirigido el ataque verbal, la mayoría de medios que lo difundieron señalaban en el titular de la nota que era el mismo gobernador Duarte a quien corrieron del tradicional café porteño, pero ese Duarte no se distingue en ningún momento.
Inmediatamente, desde su tribuna más segura (twitter), el mandatario estatal contestó y aclaró que él se encontraba despachando en Xalapa y que era imposible que fuera a quien refieren los gritos y señalamientos en ese video.
Mas allá del morbo, de las ganas por dar un baño de pueblo a quien lo merezca; la prueba es contundente. El repudio por la clase política del sexenio que está por terminar es real. Si no era Javier Duarte el que estaba ahí, alguien relacionado a él, identificado con él, cercano a él, estaba ahí y el pueblo se hizo sentir. La locura anda rondando muchas cabezas, pero sería realmente insano parase a tomar un cafecito de medio día en uno de los espacios más grillos del estado y pensar que nadie va a tomar en cuenta a algún político o personaje del equipo duartista y que éste saliera limpio, a como están las aguas… no.
Muchas conclusiones podrían derivarse, mas allá del griterío, del placer que muchos sintieron por el hecho, mas allá de la reacción oficial. Es irónico que con esas muestras de calor, algunos funcionarios duartistas tengan pretensiones electorales y quieran contender por una diputación local, otros están pensando en saltar y caer en el proyecto de Héctor Yunes, cuando está en plena campaña de deslinde ante cualquier cosa que tenga olor, color, rumor, de duartismo; basta con que haya dicho que metería a la cárcel incluso al gobernador, imaginen a los de abajito.
Nadie se salva, porque han dañado poco a poco la dignidad de las y los veracruzanos; desde los estratos más bajos hasta lo más alto; aunque no hayan tocado un solo peso de dinero público, ya tiene la marca de la casa, les pusieron la yerra al rojo vivo, es una “R” de Repudio, la “D” la llevan en la cartera.