Del discurso de fin de año en el mes de diciembre pasado, el Presidente de la república Enrique Peña Nieto, presionado por la medida antipopular originada por la liberación del precio de las gasolinas, tuvo que volver a salir a los medios de comunicación, para atemperar el alud de críticas, de los que saben de economía y petróleo, y de los que sin tener conocimientos en esas disciplinas, resienten en sus bolsillos, el artero impacto, de la escalada de precios en lo general; por lo que primero la felicitación de fin de año no tuvo el beneplácito de la población; y luego, la justificación del gasolinazo, fue más bien recibida como una patada testicular del gran poder a la sociedad en su conjunto.
La palabra del señor Presidente para decir que artificiosamente y con un gran costo para la economía de México, se estaba entrando a una espiral que llevaría a nuestra economía a un hoyo sin fondo, pues los precios del petróleo de México, habían sumido a Pemex en una dependencia del exterior, ya que de productor y exportador, pasó a importador de por lo menos “la mitad” de la gasolina que se consume diariamente en los treinta y dos estados de la república.
El escenario televisivo donde apareció como un Presidente solitario el licenciado Enrique Peña Nieto, no pudo ser peor que ubicarlo en medio de cuatro lavaros patrios, que sus mal querientes apoyándose en el feng shui, en la santería cubana y en todas las ciencias ocultas, señalaron que en vez de lavaros patrios, emulaban cuatro cirios encendidos y en medio velando al gran Tlatoani, quien sin protección alguna quedaba a expensas de los demonios que custodian los veneros de petróleo, a los que se refirió el poeta Ramón López Velarde, cuando le atribuyó la escrituracion de los establos al niño Dios y el cuidado del oro negro al diablo.
Y si bien la lucha por la sucesión presidencial ha comenzado, no es el momento ni el lugar para que el líder indiscutible del partido tricolor, se ponga los guantes y declare la guerra a los ex presidentes azules Fox y Calderón, a quienes, sin decir sus nombres, los identificó como los principales responsables de la quiebra económica que arrastra Pemex y de que prefirieron, cada uno en su momento, evitar el “enojo popular”, en vez de asumir la responsabilidad patriótica que únicamente la puede ejercer el titular del poder ejecutivo federal, cuando se trata de determinaciones que afectan al patrimonio nacional y por ende a la soberanía que radica original y esencialmente en todos y cada uno de los mexicanos.
Resulta extraño que el Presidente de la república y sus consejeros, en esta ocasión, hayan prescindido del “fajador, busca pleitos, provocador y peleador callejero” Enrique Ochoa Reza, presidente del CEN del PRI, cuyo desgaste en sus primeros cien días de liderazgo artificial en el tricolor, solo le ha servido para atacar al líder de MORENA, a quien por cierto, en vez de perjudicarle, le ha beneficiado la promoción nacional recibida en cada ocasión que Ochoa Reza lo menciona. De la misma manera, no se entiende la necesidad de exponer en esta crisis al Presidente Peña, cuya popularidad aseguran encuestadores, está reducida a un veinticinco por ciento, después de haber alcanzado el mayor rating que sus predecesores; y todavía menos se entiende, que si el escudo o la justificación presidencial para subir hasta un veinte por ciento el precio de la gasolina, fue “para no suspender el IMSS durante cuatro meses”; “para no cancelar el programa Prospera por los siguientes dos años”; o para “no cancelar por los siguientes tres años el seguro popular”. Donde estaban sus titulares Mikel Arriola Peñalosa, Rosario Robles y el doctor José Narro Robles, para justificar con cifras reales la necesidad de la medida, que puso de bajada al tren presidencial.
La sumatoria de los daños causados durante los disturbios por el alza al precio de las gasolinas, todavía no se conoce a detalle; pero hasta la semana pasada el gobierno federal dio a conocer la cifra de mil quinientas personas detenidas y consignadas en diferentes plazas de la república, privaciones de la libertad de manifestación y protesta, justificadas plenamente por la rapiña y los daños intencionales causados tirando la piedra y escondiendo la mano de los manifestantes. Ahora surgen voces que acusan al propio gobierno, de aplicar la estrategia política conocida como la “teoría del caos”, que se promueve convocando al desorden incontrolable desde el anonimato, en espera de que llegue “el nuevo gobierno”. Partidos políticos, sindicatos, organizaciones patronales y religiosas, entre todos generando un “linchamiento” para acabar anticipadamente en un cuatrienio, lo que tendría que ser el sexenio de Enrique Peña Nieto.
El contraste entre el dispendio y abuso autoritario de la clase gobernante, con la pobreza y miseria en que se debate el pueblo, salta a la vista y produce el combustible adecuado para incendiar los ánimos y generar violencia (hasta hoy bajo control policial), pero al fin violencia en las calles, plazas públicas, centros comerciales y lugares de reunión, en donde solo se habla de la corrupción del gobierno; de la tolerancia a los corruptos ex gobernantes; de la impunidad de la clase política y del dispendio que para Navidad y año nuevo, se autorizaron los funcionarios de la alta burocracia, quienes se embolsaron paquetes de dinero de entre doscientos mil pesos, medio millón de pesos, un millón de pesos y más de dos millones de pesos para los Secretarios del Gabinete, los Presidentes del Senado y de la Cámara Federal de Diputados y hasta los señores Ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación; todos ellos haciendo fortuna al amparo del poder y muy por encima, muy lejos, muy distantes de los “asalariados”, algunos de los cuales ni el tradicional y modesto aguinaldo han recibido al día de hoy.