Con aumentos de hasta 20 por ciento en el precio de la gasolina, el gobierno le está pidiendo a la ciudadanía que se apriete el cinturón. Como lo manifesté la semana pasada en este espacio, el aumento era necesario. En los últimos meses el precio internacional del petróleo se ha incrementado de manera significativa y el peso ha sufrido una fuerte devaluación frente al dólar. Esta combinación ha disparado el precio de mercado de la gasolina. Así de directo. No subirlo al público implicaría subsidiarlo con dinero que el gobierno no tiene. El problema es que mientras que el gobierno exige el sacrificio popular no está poniendo su cuota de sangre. Quizá no por convicción sino por conveniencia, yo pensaría que este es el momento idóneo para capturar a algunos de los corruptos más prominentes del país y mandar otras señales de solidaridad. Por ejemplo, ¿por qué el gobierno no mete a Javier Duarte a la cárcel? ¿Por qué nuestros políticos no renuncian a sus jugosos bonos? ¿Por qué nuestros partidos no reducen sus presupuestos? Nada de esto ayudaría a bajar el precio de la gasolina, pero al menos contribuiría a crear un mínimo sentimiento de justicia en la ciudadanía y de paso reenfocaría la atención hacia otros temas. Las protestas no cesan. La gente está harta. Sin duda el detonante ha sido el gasolinazo. Sin embargo, el malestar es más profundo. Parte de un sentimiento de impotencia, de hastío ante los excesos de la clase política, la rampante corrupción y la extensa impunidad. Hay quienes piensan que basta con que nuestros diputados se aprieten el cinturón o que los partidos políticos ajusten su presupuesto para que no suba el precio de la gasolina. Esto es una falacia. El que nuestros diputados renuncien a su famoso bono navideño, por ejemplo, no cubriría ni una milésima parte de lo se requeriría para subsidiar la gasolina. Un ajuste en el presupuesto de los partidos tendría más impacto, aunque también sería marginal. Pero el punto no es tanto económico, sino simbólico. El gobierno debería mostrar solidaridad con los ciudadanos. No es posible que mientras la economía familiar de millones de familias se deteriora por el aumento a la gasolina algunos de nuestros gobernantes gocen de opulentas prestaciones. Menos digerible aún es la rapaz corrupción que se vive en el país. La gente está enojada —con razón— de que mientras la gasolina sube, Pemex pierde carretas de dinero por robos, generosas prestaciones sindicales y contratos de compadrazgo. El gasolinazo era necesario, pero tendría que haber estado acompañado por lo menos del arresto de Duarte. (Fuente: Milenio, “Apuntes Financieros”, Julio Serrano, 11/ENE/2017).