Con un récord histórico la hoy mundialmente famosa «Women’s March», puso a trabajar en serio a la policía de Chicago para resguardar a la contingencia cuyos organizadores estimaron en doscientas mil mujeres que protestarían contra la misoginia reiterada e incurable del Presidente norteamericano Donald Trump; marcha que por su contenido y enfoque rebasó al triple el número de convocadas al evento; lo que sin duda debe haber puesto a pensar a los asesores de Donald Trump, el repudio proyectado primeramente al candidato y al hombre; y hoy encaminado a exigir la renuncia del Presidente del país más poderoso del mundo. Desde luego que nadie espera que Trump deje escrita su renuncia en la Casa Blanca; y salga por la puerta trasera; es decir, por el patio de servicio, abandonando tan importante cargo desde el cual Trump y sus compañeros de aventura política (todos multimillonarios en dólares), piensan fincar los grandes negocios para recuperar y multiplicar su inversión política durante los próximos cuatro años que tiene de duración el cargo presidencial.
Mujeres de todas las clases sociales, en su gran mayoría amas de casa y estudiantes; pero también artistas; intelectuales y políticas que aseguran «no van a descansar» hasta que el Presidente Trump les dé una disculpa pública y modifique su léxico al referirse a las mujeres. Donald Trump por su parte, Macho Bravucón, como ha sido desde que apareció en la escena política en su país, seguro hará todo lo que esté a su alcance y resistirá hasta el borde del precipicio, para evitar, que alguien (las mujeres) le ejerza presión para que se eduque, aun después del triunfo electoral obtenido. La Marcha Mundial de las Mujeres, en su movimiento por todo el mundo para ejercitar acciones feministas en contra de la pobreza y la violencia que sufren las mujeres, no descarta que en más de doscientos países del globo terráqueo, se repita esta convocatoria a la protesta pública femenina en contra de Donald Trump y entre las activistas América Ferrara, Cher, Katy Perry, Julianne More, Emma Watson desde Italia, Jennifer Aniston, Salma Hayek, Amy Schuner, Elizabeth Olsen, Rooney Mara y Scarlett Johanson, Patricia Arquete, Francés McDormand, Jéssica Chastain, Olivia Wilde, Debra Messing, Lauren Jáuregui, Uzo Aduba, Danielle Brooks, Damai Gurira, Lea Delaria, y Diane Guerrero; crece el entusiasmo para darle continuidad a esta lucha política, de la que aseguran no quedará enlatada y escondida como aquellas películas que nunca se estrenaron, por el temor de los gobernantes a la repercusión social que pudieran desencadenar.
Si con marchas y plantones las mujeres de Norteamérica en 1913 lograron el reconocimiento de su derecho al voto electoral, lo que ahora está a prueba, es la capacidad de negociación política, de interacción del equipo de Donald Trump; pero también hace falta, que el Presidente norteamericano entienda que ya no está en campaña y que su actitud provocativa, prepotente, arrogante, debe ceder el paso al trato de mano suave y cara sonriente que han utilizado los políticos norteamericanos de todos los tiempos; hubo uno que promovió entre su gente, que le llamaran mister amigo; aunque en realidad aborrecía la amistad de todos; pero una sonrisa engaña; un saludo fraterno desconcierta; un falso abrazo convence y una promesa incumplida, se olvida con el tiempo. Por tanto, no hay más que si Trump quiere disfrutar el ejercicio del cargo obtenido el ocho de noviembre, con el respaldo de una minoría, como ha quedado demostrado con las multitudinarias manifestaciones de repudio al autoritarismo de Donald Trump; el remedio lo tiene a la mano el Presidente número 45 de los Estados Unidos de Norteamérica, con solo cambiar sus actitudes personales y bajarle al endurecimiento del rostro, que ya no tiene razón de ser, para hacerse temer; y mucho menos tiene razón de ser el rostro adusto de Trump, para hacerse obedecer.
El odio o aversión hacia las mujeres «Misoginia», se manifiesta de diversas maneras; denigrar en público o privado a una mujer es misoginia; discriminar mediante el trato humillante en público o privado a la mujer, es misoginia; ejercer pornografía en contra de la mujer, en público o privado, es misoginia; ejercer violencia física, moral o mental en público o en privado, en contra de la mujer, es misoginia; el acoso sexual a través de cualquier modo de presión, para obligar a la mujer, en público o privado, pero en contra de su voluntad a tener relaciones sexuales, es misoginia y así con ejemplos significativos y variados, podrían encontrarse cientos o miles de hipótesis para representar a la misoginia, según las costumbres; los convencionalismos sociales; las religiones y todo aquello que por tradición atente en un lugar y época determinada en contra de las mujeres. Un político jamás tendría porqué ganarse el título de «misógino», puesto que debería estar consciente de la dificultad que representa despojarse después de una calificación que lo reprueba y lo descalifica para seguir en la política; política que en términos generales, se hace por los hombres para obtener cargos públicos, pero siempre con el único propósito de lograr el bien público temporal; que es igual al bienestar colectivo de nuestros congéneres en cuyo nombre se trabaja y para quienes se trabaja, sin esos rasgos de personalidad que ubican a los gobernantes tiranos, totalitarios, autoritario y prepotente en el más claro significado de la palabra, como ha demostrado ser hasta su toma de protesta del cargo, el señor Presidente de Norteamérica Donald Trump.
Curiosamente se manifiestan en contra de Trump hombres y mujeres que andan en busca de la felicidad que se pueda disfrutar todos los días y en todas partes, entendidos y conscientes de que la vida no sólo nos presenta momentos de placer y de dolor; sino que la vida nos presenta el reto permanente que significa la convivencia pacífica, constructiva, hacia adelante que nos hemos impuesto en lo personal; para no vivir con amenazas latentes, que destruyen nuestra mente y nos vuelven irascibles y pendencieros, al ver frustrados los proyectos personales de cada quien, porque a un millonario norteamericano metido a la política, se le ocurre amenazar con el «destierro» a un gran sector de la población, que lo único que hace es trabajar para tener los medios a su alcance y sobrevivir al día siguiente; con el encierro a todo aquel que desobedezca o esté en contra de sus opiniones; ese pueblo que no desea, que a toda hora se le amenace con carcel o destierro, por su color, raza o idioma; es el que está en las calles y expresa su repudio contra el tirano Presidente norteamericano, que se ha ganado la animadversión, el reclamo de todos, sin haber disparado una munición; sin haber despojado de su patrimonio o mancillado a la familia de quienes hoy lo persiguen para que deje el cargo; aunque juiciosamente esté condenado Donald Trump a éste rechazo por sus irreflexivas palabras que todos los días salen de la boca del personaje; hoy con mayor peso, por provenir del Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica.
Y los amenazados con destierro o encierro, solo esperan que Donald Trump con todo el mareo político que le enferma cada vez más, que subirá si no pone los pies sobre la tierra y se percata de su inminente linchamiento popular; esos manifestantes solo esperan que no se les amenace con el entierro, no de sus personas, porque nadie lo permitiría; sino con el entierro de sus aspiraciones a una vida digna en territorio norteamericano y con oportunidades de desarrollo personal. Hoy las mujeres, vuelven a demostrar que son dueñas del valor y la dignidad que los hombres no se han atrevido a defender; y ya que las valientes organizadoras y participantes de las marchas protestantes son mujeres, el respaldo de los hombres no puede esperar para alcanzar la Victoria en este episodio grande de la historia norteamericana.





