Con los tiempos y formas establecidos en las leyes electorales, el interés de los aspirantes a los gobiernos municipales (doscientos doce en Veracruz), casi el ocho punto siete por ciento de los dos mil cuatrocientos cuarenta municipios en los que se divide política y administrativamente, todo el territorio nacional, ha comenzado a desarrollarse una febril actividad, para tomar acuerdos entre los que deciden (caciques) por los demás; es decir, entre quienes usurpan la voluntad política de los pueblos, para definir las famosas “candidaturas de unidad”, que no dejan mayor opción para ser escuchados y participar democráticamente, sobre todo aquellos aspirantes que siempre aparecen mostrando su rebeldía al inmovilismo.
Además de los partidos políticos tradicionales PRI, PAN, PRD, PT, PVEM, MOVIMIENTO CIUDADANO; aparecen los partidos locales, que en Veracruz resultaron tristes comparsas del ex gobernador doctor Javier Duarte de Ochoa, a quien no han podido localizar en ciento cinco países que forman la Red Policial Internacional de Interpol; pequeños partidos que vivieron días de gloria como parte de las negociaciones con empresas fantasmas, participando en el derroche de cantidades multimillonarias del dinero de los veracruzanos, distraído del gasto público para obras y servicios de la comunidad, que fue entregado a los falsos redentores del duartismo. Qué pena daba ver a esos “dirigentes y militantes de los partidos satélites”, sirviendo como cajas de resonancia de las tontas ocurrencias de JD, que no sirvieron a ningún proyecto político y mucho menos, sirvieron algún día para apadrinar “causas sociales” en favor de los veracruzanos. Hoy deambulan por la Sefiplan los rufianes que se creyeron parte de la democracia veracruzana, suplicando la dádiva del gobierno, a través de los ilegales subsidios.
El invento de convertirse en candidato a sabiendas de que el proyecto está perdido desde antes de nacer; lleva una simple aspiración consistente en ver su nombre pintado en las bardas, de cada comunidad implorando el voto en favor del aspirante. En otros casos la ambición es perversa, porque esconde el verdadero propósito del aspirante, de aparecer como precandidato a la presidencia municipal de cualquier lugar para obtener prebendas económicas. Ahínco es donde se ubica en el escenario a un sujeto, que busca negociar para su provecho personal, dinero que nadie le daría “si no fuera precandidato o candidato”. Y lo mismo ocurre en múltiples casos, donde los precandidatos a alcaldes, aceptan “formar parte de la planilla” y lograr una sindicatura o regiduría o la garantía de ser nombrado en una dirección administrativa municipal, que le permita al fallido aspirante a alcalde, cobrar un sueldo y hacer negocios al amparo del poder municipal, por un periodo de cuatro años, con la garantía de la casi inamovilidad que garantiza su permanencia en esos cargos, desde los que dilapidan los presupuestos públicos, impidiendo la realización de obras o la mejoría en los servicios públicos; siempre anteponiendo por encima de todo, sus mezquinos intereses.
Además del ejército de oportunistas, hoy les ha dado en casi todo el estado de Veracruz, a los aspirantes a caciques, proponer a las esposas, o a los esposos, a las amantes, o a los amantes, a los hijos, hijastros y entenados, para dar continuidad al “linaje” de los señores de horca y cuchillo (que tienen todo este año para robar en despoblado), porque se sienten intocables ante el claro ejemplo de impunidad que ningún veracruzano ignora y que fue impuesto por el ex gobernador Javier Duarte de Ochoa. Con esa desfachatez, algunos alcaldes en funciones y otros aspirantes a presidentes municipales contraen compromisos económicos y empeñan “hasta la camisa”, asegurando que pagarán sus deudas, con cargo al erario de sus municipios. Hay muchos que han fallado en sus cálculos y compromisos, y han derrochado fortunas heredadas, que se forjaron con el esfuerzo de sus antepasados, para ser mal utilizados esos recursos familiares por los fallidos aspirantes a políticos pueblerinos. Ni que decir del “juniurismo”, que no es lo mismo que el “miyulismo”; pues el primero se forma con los hijos consentidos de los políticos solapadores y alcahuetes de sus vástagos; y el segundo término, recién acuñado, se refiere a los que forman parte de la corriente política que hoy gobierna a nuestro estado. Los júniors, aspiran a ocupar las curules y cabildos que ocuparon sus padres; y se sueñan “investidos del gran poder”, que les permitirá por un periodo de cuatro años, gastar el dinero de los demás, decidiendo si se hacen obras públicas o si se mejoran los servicios que cada comunidad reclama, sin que ninguna ley o reglamento pueda frenar el autoritarismo de los júniors.
Claro que los derechos de votar y ser votado, para todos los cargos de elección popular, constituyen normas fundamentales del ciudadano y están garantizados por el articulo 35 de la Constitución Política de la República; donde además se establece el derecho de asociación para participar en asuntos políticos; el derecho a ocupar cualquier cargo, empleo o comisión en el servicio público, siempre que se cumplan las cualidades establecidas en la ley; por lo que no se puede coartar ninguna aspiración para quien pretenda formar parte de algún ayuntamiento, de conformidad con lo establecido en el articulo 115 Constitucional, en concordancia con la Constitución Política de la entidad y las leyes electorales y orgánica de cada municipalidad. Y como no se impone ningún requisito de capacidad, conocimientos, preparación o título universitario, basta con “saber leer y escribir”, aunque al aspirante le falten “seis años para terminar la primaria”, sus aspiraciones políticas serán respetadas por la comunidad y nadie podrá impedir que llegue al desempeño del cargo que le dejará las más amplias satisfacciones personales, pero también un patrimonio económico respetable. De ahí que el refrán popular de que “los pueblos tienen, los gobiernos que merecen”, adquiere el rango de sentencia, que a su vez se convierte en cosa juzgada; y como no hay un mínimo de conocimientos sobre el municipio que se aspira a gobernar, algunos alcaldes no terminan de conocer el territorio y las comunidades del municipio bajo su mando, sino hasta mucho tiempo después de la conclusión de su encargo.
Pero el pueblo que nunca se equivoca y que cuenta con memoria y archivo, mientras no le toquen el bolsillo o su honor, espera pacientemente que el transcurso del tiempo ponga a cada quien en su sitio, teniendo siempre presente el dicho popular que afirma “El puesto dura cuatro años; la vergüenza toda la vida”.