Imagina que vas a un refugio decidido a adoptar a un perro, UN perro. Y entonces llegas y cruzas miradas con aquel que te robó el corazón y que sabes que a partir de ahora formará parte de tu familia. Digamos que ese hermoso ser de 4 patas del que te enamoraste sea un precioso pitbull.
Entonces abren la puerta de la jaula y lo llamas para que salga, pero él se rehúsa, se mueve un poco y alcanzas a ver que junto a él está un pequeño amigo: un adorable perro chihuahua a su lado.
Eso fue justo lo que les pasó cuando una familia decidió ir al albergue animal.
Merill es una pitbull de 3 años que cuando llegó al albergue estaba muy enferma, en pésimas condiciones, incluso tuvo que ser operada para salvarle la vida. En cuanto llegó al refugio, Taco, un chihuahua de 8 años, jamás se separó de ella. La cuidaba y la confortaba.
Cuando supo esta situación, la familia tuvo dos opciones: o se llevaban a Merill junto con Taco, o mejor buscaban otro perro.
Es obvio que estos dos tienen un lazo inquebrantable, y si iban a tener un hogar lo iban a hacer juntos, ¡y eso fue justo lo que pasó!
Incluso ya en su nuevo hogar siguen siendo inseparables: duermen juntos, comen juntos, toman la siesta juntos.
La mejor parte es que tienen una familia increíble que los ama a los dos por igual, porque… donde cabe uno, caben dos, ¿o no?
Además, tienen su página de Facebook, en donde sus dueños suben fotografías y comparten el día a día de estos dos grandes amigos.
Estos dos son la prueba de que cuando hay amor no hay límites que importen, y se rompen los estereotipos de estas dos razas. Los pitbulls como antisociales con otros perros y los chihuahuas como perros agresivos y territoriales.