Al paso que va, y por lo que ha mostrado en lo que lleva en el cargo, el gobernador de Veracruz, Miguel Ángel Yunes, no sólo tendrá que agradecerle al prófugo de Javier Duarte haber ganado el gobierno montado en la indignación popular contra el ex gobernador y su partido, el PRI; también tendría que agradecer que, una vez en el cargo, Duarte sigue dándole a Yunes el tema dominante de su breve administración. No hay día en que el mandatario veracruzano no hable de su antecesor, de sus ofensivos excesos, sus deleznables acciones y corruptelas, transformadas en “programa de acción” de su gobierno.
“Yunes denuncia quimioterapias falsas a niños en gobierno de Duarte”, “Yunes anuncia recuperación de millones robados por Duarte”, “Yunes recibe parte del rancho de Duarte”, “Yunes encuentra bodega en Córdoba con cosas de Duarte”. Y en cada titular de medios locales y nacionales, que avivan la rabia popular contra su corrupto antecesor, el gobernador aparece siempre, ya sea en conferencia de prensa, transmisión por Periscope, Facebook o entrevistas en las que narra con lujo de detalle cómo él, cual justiciero, sacia la sed de justicia —y venganza— de los veracruzanos contra el odiado Javier.
Es como si en casi tres meses desde que asumió —la sexta parte de su período de escasos 20 meses— Yunes y su gobierno se hubieran vuelto monotemáticos y, haciendo a un lado necesidades y crisis del estado en seguridad, salud, educación, infraestructura, comunicaciones, economía y agricultura, sectores afectados por la administración anterior, hubiera decidido, ante la quiebra financiera heredada, apostar por show y circo político-mediático que satisface la sed de sangre de las masas como su estrategia de gobierno. Los problemas y necesidades sólo se administran pero no hay tiempo ni intención —y mucho menos recursos— para resolverlas. Y lo que posiciona en medios al gobernador es hablar, un día sí y otro también, contra Duarte y sus fechorías. El cálculo es que eso le alcance para llevar a uno de sus hijos a la gubernatura en el 2018.
El problema es que esa estrategia, si bien le reditúa, también tiene riesgos para el gobernador. Apenas el viernes el director de la Cofepris, Julio Sánchez y Tépoz, dio a conocer el “informe final” de la investigación ordenada por el secretario de Salud federal, José Narro, sobre la grave denuncia pública hecha por Yunes de la aplicación de quimioterapias falsas a niños con cáncer en el estado, producto de la corrupción de los gobiernos de Javier Duarte y hasta de Fidel Herrera, según acusó el hoy gobernador.
La exhaustiva investigación de Cofepris, que mandó personal a los hospitales involucrados, no encontró ninguna prueba de quimioterapias falsas. Encontraron sí 23 toneladas de medicamentos caducos en almacenes de la Secretaría de Salud y hasta 46 mil pruebas falsas de VIH, de un lote total de 70 mil pruebas adquiridas. Esto último es grave porque se ignora el destino de 24 mil pruebas falsas de VIH y si fueron utilizadas en la población, con el peligro que representa, por lo que Cofepris emitió “Alerta sanitaria” en el estado.
Pero de quimioterapias falsas aplicadas a niños nada se pudo probar, ni siquiera localizar a menores o familias que las hubieran recibido. Sólo encontraron 21 ampolletas falsas de Avastin, medicamento utilizado en algunos tipos de cáncer pero todas estaban cerradas y sin utilizar. ¿Por qué entonces Miguel Ángel Yunes detonó un escándalo nacional sin tener pruebas y elementos de algo tan delicado y que tanta indignación levantó?
A otro gobernador eso le hubiera valido ser exhibido por el gobierno federal, pero el veracruzano, hábilmente, presionó y se presentó en la Cofepris y con el secretario de Salud, para “negociar”. Dos reuniones privadas tuvo el gobernador con el titular de Cofepris en las que se armó el comunicado oficial que, sin cuestionar a Yunes por la falta de pruebas de sus dichos, se destaca el “trabajo conjunto” de la Federación y el estado para detectar, si no quimioterapias falsas, sí medicamentos caducos y pruebas falsas de VIH que también son de extrema gravedad.
Esa es la otra estrategia que, junto al show mediático de “los horrores de Duarte”, le ha funcionado a la perfección a Yunes Linares: el chantaje al gobierno federal. En varias situaciones el gobernador panista ha presionado, amagado y obtenido lo que quiere de la Federación ¿Cómo lo logra? Primero con su enorme colmillo de ex priísta, y segundo —dicen en los corrillos políticos— con un amplio stock de videos en los que, testigos cercanos a Duarte, narran y documentan cómo salieron miles de millones de pesos de Veracruz a varias oficinas del gobierno federal.
Así que de obras, proyectos de infraestructura o seguridad, no hablemos en Veracruz; mejor “¡pasen y vean la increíble y enorme bodega que encontramos con las cosas de Duarte!”. Y el pueblo, enardecido por la corrupción, vitorea al mago que tienen como gobernador. (Serpientes y escaleras / Salvador García Soto / El Universal)