Las compras de Karime

Ahora que está prófuga y que se ha descubierto el lado más oscuro de su personalidad, nos preguntamos ¿cómo se habrá vestido hoy Karime Macías, esposa de Javier Duarte? ¿Se habrá puesto uno de los tantos trajecitos de importación que se compró en Saks Fifth Avenue el 8 de febrero del 2011, día en que con su tarjeta de crédito pagó un total de 447 mil 444 pesos? O tal vez, ¿llevará puesto uno de los conjuntos di-vi-nos que adquirió el 22 de julio del mismo año en Bergdorf Goodman y cuyas compras, en esa ocasión, representaron un total de 111 mil dólares? Ese mismo día Karime gastó en el hotel The Peninsula, 9 mil 820 dólares y al otro, tuvo que desembolsar 8 mil 796 dólares por la limosina de Jersey Executive Limo. Seguramente Karime, ni sumaba, ni mucho menos convertía estos dólares en pesos. ¿Para qué? Si contaba con una tarjeta de crédito mágica. Una tarjeta de crédito que le había extendido “Moy” (Moisés Mansur Cysneiros), el amigo íntimo de Javier Duarte. “A mi First Lady, no le niego nada. Ella es mi reina y puede gastar lo que quiera”, seguramente le ha de haber dicho a su “cuate” el exgobernador de Veracruz. ¿En qué más consistía el gigantesco shopping de Karime? ¿Incluía ropa para su marido, hijos, hermana y papás? ¿Acaso compraba algunos regalitos para sus empleadas domésticas? O, ¿para su equipo del DIF? ¿En qué tanto gastaba Karime en tan solo un día? ¿Cuál era el límite de crédito de su tarjeta American Express Platino? ¿Cuántas millas para viajar habrá acumulado en tantos años de shopping pagado con el erario de Veracruz? ¿Habrán sido las mismas que utilizó para fugarse de la ley? Si es así, tal vez la pareja Duarte se encuentra en la isla más remota de la Tierra, en Tristán de Acuña, que está en los confines del Atlántico. Para llegar hasta allá, hay que viajar miles y miles de kilómetros. ¿Por qué tantas especulaciones? Porque ayer nos enteramos de todos estos gastos gracias a nuestro periódico, en cuya primera plana leímos escandalizados: “Gasta $8 millones al año en shopping” corroborados a “los estados de cuenta obtenidos por Reforma reportan que, en el periodo de diciembre de 2010 a enero de 2012, Macías firmó compras por 511 mil 740 dólares en Estados Unidos, entonces equivalentes a unos 7 millones de pesos, además de un millón 27 mil pesos en México y 7 mil 100 reales brasileños, o 51 mil pesos, en una joyería de Sao Paulo”. “¿Nada más?”, se ha de preguntar la parte enferma e infantil de Karime. Para ella, sí se merecía la abundancia, porque eso de ser la presidenta del DIF qué “weva”, como escribió en una de sus libretas Mont Blanc. Para ella, en realidad quien tenía la culpa de su compulsión por comprar era su tarjeta de crédito, la cual la desvinculaba por completo de la realidad. Jamás hubiera podido pagar esas cantidades si hubiera tenido que hacerlo en efectivo. Además, contaba con la venia de su marido. Lo más probable es que nunca de los nuncas Javier Duarte le llegó a reprochar sus derroches. La veía feliz, sonriente y llena de ánimos. No había que aguarle la fiesta. Tampoco “Moy” le ha de haber dicho ni una sola palabra. Por lo tanto, Karime se siente inocente, siempre sintió que se merecía su shopping. “Noviembre fue otro mes de excesos: la mujer hizo compras por 165 mil pesos en Hermes y Max Mara en la CDMX. Y en la segunda quincena hay cargos por 45 mil 789 dólares en Scottsdale, Nueva York y los resorts invernales de Vail y Beaver Creek, en Colorado”, dice el reportaje. Aunque Karime descuidaba su salud mental, la física la tenía muy presente. Por ejemplo, con la misma tarjeta pagó al dentista de Interlomas por la cantidad de 60 mil pesos. Seguramente, para ella, sus dientes eran muy importantes. En todas las fotografías, siempre sale sonriendo. Para ella, era fundamental tener “a million dollar smile”, para que no se notara que tenía un hueco en su interior, que no se notara que en el fondo estaba insatisfecha y que no se notara su trastorno obsesivo compulsivo (TOC) que en realidad afectaba a tantos y tantos veracruzanos empobrecidos y que consistía en una necesidad irrefrenable de comprar y comprar y comprar, provocándole la oniomanía o el síndrome del comprador. Por último, me pregunto, ¿qué se habrá puesto hoy Karime? ¿Cuánta ropa se habrá llevado al huir? ¿Tendrá pensado hacer, con su shopping, un garage sale? (Fuente: Reforma, Guadalupe Loaeza, 09/MARZO/2017).