Por pena o por temor a ser discriminados, la mayoría de los jóvenes originarios de comunidades indígenas dejaron de usar los diferentes textiles y ropa bordada, prendas que son parte de la identidad multicultural en nuestro país.
“Dicen que se ve uno muy indígena…¡hay qué me voy a poner ese huipil, me veo muy mal!. A la vez desprecian. Las muchachitas que van creciendo ahorita ya no quieren trabajar de esto, se van de sirvientas a otros lados porque dicen: quédense con su costura, dos, tres meses se muere de hambre uno con eso” contó Anacleta Juárez Miranda, artesana oaxaqueña.
Este fenómeno es recurrente en las diferentes regiones del país, en Veracruz, en el municipio de Chicontepec perteneciente a la zona huasteca los jóvenes se avergüenzan de usar las blusas con bordados característicos de la región a diferencia de los adultos que luchan por conservarlos entre las nuevas generaciones, como Reynalda Aparicio.
“Hay muchos jóvenes que se avergüenzan de nuestros antepasados. Luego les decimos: ponte un vestido, una blusa, se te ve muy bonito. Ah no, yo prefiero ponerme una playera o una blusa de tirantes y ya ocupan casi todo comercial, entonces ya no quieren ponerse esto porque dicen que se ven muy indígenas o muy comadritas. A veces yo me pongo mi vestuario porque me siento orgullosa de ponérmelo y de poder vender una pieza para ayudar a mi familia a salir adelante, ellos ya no se quieren poner esto porque dicen que se ve muy de rancho”.
Yaolt Hernández Ramírez, un joven artesano de Oaxaca es consciente de que los efectos de la globalización son inevitables en una sociedad cada vez más homogenizada por el uso de la tecnología, sin embargo él sigue dedicándose a la elaboración del textil como lo han hecho las tres generaciones anteriores en su familia.
“En mi generación he notado que se ha perdido esto de los textiles, en este caso, el telar de cuatro pedales que es lo que trabajo. Yo lo tengo más arraigado porque es un trabajo de generación. Soy la cuarta generación en este trabajo…he tenido un sentimiento más de pertenencia hacia los textiles y he podido relacionarme más con ellos”.
Respecto a la discriminación, algunas de las artesanas datan que en las ciudades les niegan los trabajos, las mal ven o las menosprecian por la indumentaria que usan.
Para enfrentar este fenómeno, algunas artesanas como Anacleta Juárez Miranda transmiten el conocimiento heredado por las abuelas, madres o tías a las personas que se interesen por los tejidos o bordados con telar de cintura o a mano.
“Vengo de un pueblo que se llama San Bartolomé, Ayautla, Oaxaca. Nosotros hacemos este trabajo, tenía ocho años que aprendí. Me enseñó mi abuelita, unas tías. Ya nadie quería trabajar, ya nadie quería hacerlo, pero como le digo a las compañeras. Tenemos que trabajar, tenemos que echarle ganas, como le hicieron nuestros antepasados, que de eso vivieron”.




