Los movimientos políticos y sociales en Latinoamérica, han despertado una gran participación ciudadana, de grupos que repudian a sus gobiernos, por la ambición económica de sus gobernantes y por la ambición de políticos que pretenden prorrogar indefinidamente sus mandatos, a través de la ampliación de los periodos de gobierno o mediante la autorización del implante de la “reelección”, acciones que históricamente fueron desechadas en la mayoría de las naciones del mundo.
México que padeció treinta años de reelecciones del General Porfirio Díaz en la Presidencia, junto con sus gobernadores y jefes políticos en las provincias hoy demarcadas por las treinta y dos Entidades Federativas, propiciaron con sus acciones el movimiento revolucionario iniciado por el Presidente Francisco I. Madero, en una prolongada guerra civil de lucha por el poder entre los caudillos y jefes revolucionarios; quienes dos década después pactaron la pacificación de los Estados Unidos Mexicanos, respondiendo a la convocatoria del General Plutarco Elías Calles, quien junto con los sobrevivientes del movimiento revolucionario, pactaron los acuerdos de paz, e iniciaron la construcción de un país de Instituciones y de Leyes. Quedó demostrado históricamente, que la perpetuidad en los cargos públicos, NO SE ACEPTA en México; a tal grado que el lema del “sufragio efectivo. No reelección”, fue consignado en la Constitución Política de 1917 y aparece en la antefirma de todos los documentos oficiales del gobierno, para que no olvide nadie el derramamiento de sangre que costó esa conquista.
En meses pasados, Brasil y Argentina fueron sacudidos por los movimientos de la sociedad civil, demandante de una rendición de cuentas del erario público y de las responsabilidades de los gobiernos defenestrados, (hoy sujetos a procedimientos juridico-constitucionales) por desaparición de personas, encarcelamientos y asesinatos; todo ello con el fin de sancionar las conductas ilegales, de quienes estuvieron al frente de esos gobiernos. Así vemos, mas recientemente, a Venezuela “envuelta en llamas”, porque el Presidente Maduro, pretende convertirse en el caudillo de la tierra de Simon Bolívar, y mantenerse a perpetuidad, en el cargo que le heredó el dictador Hugo Chávez, padeciendo en estos días el pueblo venezolano, una inestabilidad y escasez de alimentos, en medio de protestas de un pueblo dividido que exige el cambio de gobierno y la renovación de cuadros en los poderes legislativo y judicial, para acabar con las prácticas del autoritarismo implantado por Nicolás Maduro y secundado por un pequeño grupo que conforman su gavilla en el poder. Paraguay, también hace dos dias, despertó a los sectores progresistas, unidos en protesta contra la aprobación del Congreso de los Diputados, quienes autorizaron la reelección del titular del Poder Ejecutivo, manifestándose en protestas populares, en su mayoría jóvenes universitarios y un gran número de hombres y mujeres de la sociedad civil, que rechazan cualquier modificación al periodo de gobierno en funciones y se oponen radicalmente a una posible reelección.
Desconcierta el cúmulo de información contradictoria de los medios de comunicación al alcance de los mexicanos, puesto que por un lado, el bombardeo de noticias de las actividades cotidianas del presidente Donald Trump, mantiene a la expectativa a gran parte de los mexicanos radicados en su país; desde donde se ve a Donald Trump como si estuviera en el centro de un estercolero, con su desagradable conducta y sus ideas dementes, salpicando todos los días a los países que sostienen relaciones diplomáticas, comerciales y financieras, con el país más poderoso y rico del mundo, en manos de Donald Trump, quien con su reiterada conducta beligerante mantiene un hostigamiento permanente en contra de México y los migrantes mexicanos, a quienes lastima, encarcela y amenaza, culpándolos de todos los males que aquejan a la población norteamericana.
La nación americana, reconocida como un Gran Imperio, hoy gobernado por el personaje nefasto que postularon los miembros del partido republicano, cuya desesperación en la concentración de la riqueza y del poder, denota al mismo tiempo un sentimiento de miedo a la llegada próxima de la autodestrucción y caída del ya no tan moderno imperio constituido por los Estados Unidos de Norteamérica. Pero no hay que cerrar los ojos a la realidad, ya que la autodestrucción del imperio norteamericano, será ocasionada por la degradación, depravación, drogadicción, prostitución y ostentación de la riqueza de unos cuantos personajes gringos a quienes el común de la gente admira e imita en sus excentricidades, pero también repudia y desprecia por su soberbia y ostentación.
Por otro lado, la información en los medios de comunicación que llega a México desde el mundo exterior y la información que se genera en los medios nacionales, se concreta a los pleitos políticos por los grupos contendientes a las próximas elecciones del cuatro de junio y en los preparativos de la elección presidencial de julio de 2018. Los dimes y diretes están al día y ni se diga, las acusaciones y denuncias por el enriquecimiento ilícito de los políticos ex gobernantes postulados por todos los partidos sin distinción; quienes arrasaron con los presupuestos públicos, ordenando la desaparición de personas, tolerando las acciones del crimen organizado a cambio de dinero manchado de sangre, que ningún provecho les ha de hacer y solo constituirá un lastre para su familia; y algunos otros, que hoy se encuentran arrepentidos y lamentando sus acciones del pasado; que en el presente los mantiene prisioneros; y en el futuro los llevará al ostracismo.
La historia, que es como dijo Heródoto: “La maestra de la vida” registra que los poderosos imperios construidos en el mundo, no han podido durar más de doscientos cincuenta años o el equivalente a diez generaciones y las causas de su destrucción son principalmente a).-la concentración de la riqueza; b).- la concentración del poder; c).- la multiplicación de los miserables; y d).- la depravación de la sociedad, mediante el consumo de drogas y alcohol; promiscuidad sexual; y destrucción del núcleo de toda sociedad, que es la familia.