La iniciativa contra los delfinarios impulsada por el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), aprobada ya por los diputados, se quedó atorada en el Senado de la República por la falta de respaldo del Partido Acción Nacional, pero eso no quiere decir que vayan a quitar el dedo del renglón, explica a Crónica el médico veterinario Roberto Sánchez Okrucky, vicepresidente del comité de Educación y Bienestar Animal de la Asociación Mexicana de Hábitats para la Interacción y Protección de Mamíferos Marinos (AMHMAR), quien afirma que nunca hubo un diálogo serio con la gente del PEVM, porque nunca estuvieron interesados en saber cómo operan los delfinarios y tenían una agenda política que era lo que realmente les interesaba.
“No hubo respaldo del PAN, pero es importante decir que no se trata de que el PAN, el PRD o Morena estén en contra de la iniciativa; quieren saber más del proyecto porque ni hubo foros, ni se invitó a los expertos, y todo se quedó en las voces y las suposiciones de los activistas. Los partidos dijeron: ‘no estamos ni a favor ni en contra; lo que queremos es saber cuál es la situación real de los delfinarios, queremos saber la verdad’. No quieren votar una ley que fue metida a presión, que violentó los tiempos legislativos. La verdad me parece que el país tiene problemas más importantes que cerrar los hogares de 300 delfines que, además, están perfectamente cuidados”, argumenta Sánchez Okrucky, un egresado de la UAM que trabaja desde hace 30 años con delfines y otros mamíferos marinos.
El veterinario, vicepresidente del comité de Educación y Bienestar Animal de la AMHMAR, no duda cuando se le interroga: ¿qué es para un delfín estar “perfectamente cuidado”? “Significa que están en condiciones de bienestar, que reciben la mejor alimentación que se les puede dar, que se aplican con ellos técnicas modernas de entrenamiento, que viven protegidos por una normatividad muy fuerte, y que todos esos delfines que están en un hábitat mexicano tienen procedencia legal completamente comprobable”.
Roberto Sánchez alude a las manipulaciones del PVEM, que a partir de información descontextualizada, pretende difundir la versión de que en México se hacen matanzas de delfines, respaldado en el muy específico caso de Japón: “Quieren plantear como actuales y reales sucesos que ocurrieron allá siglos antes de que existiera el primer delfinario, y desconocen las diferencias que hay con respecto al delfín en la cultura japonesa: “Para ellos, el delfín es un pez comestible; lo ven como nosotros vemos un atún. Pero la gente del PVEM no ha alcanzado a entender esto”.
LA RENTABILIDAD DEL ENCANTO DEL DELFÍN.“Los delfines son animales carismáticos, sumamente atractivos para la gente”, afirma el veterinario. Ese encanto se traduce en 2.2 millones de personas que cada año visitan los delfinarios mexicanos. “La gente disfruta viendo la actividad de los delfines y toman conciencia de lo que debe ser el cuidado de los mares; a algunos, la proximidad con los delfines les cambia la vida; nada más hay que ver los rostros de los niños cuando se les acerca uno”.
Sánchez Okrucky es realista: conoce bien los argumentos que los activistas esgrimen contra los delfinarios. “Se vale que haya gente que no esté de acuerdo con los delfinarios; vivimos en una democracia. Pero de eso a acusarnos de matarlos de hambre, de maltratarlos, de torturarlos, hay una gran distancia. Olvidan que en los delfinarios no solo es una cuestión recreativa; también alentamos temas educativos”.
“La pregunta es simple”, agrega el especialista: “Si los maltratáramos, ¿creen acaso que los delfines se acercarían a la gente?” En cuanto a su trato con los integrantes del PVEM que impulsaron la iniciativa antidelfinarios, Sánchez Okrucky narra: “Invitamos al diputado Sesma y a sus compañeros a venir, a que vieran cómo se trabaja con los animales, y no vinieron. Sí tuvimos un encuentro, pero mi opinión muy personal es que, siendo honestos, a eso no se le podía llamar diálogo: lo que les importaba era su agenda política”.
Al prohibir la actividad de los delfinarios mexicanos, se condenaría a muerte, automáticamente a los 300 mamíferos marinos que allí habitan. Mantener a un delfín en cautiverio cuesta un millón de pesos al año.