EN POLÍTICA, EL INFIERNO ESTÁ MUY CERCA DE LA GLORIA.

Nunca pensó el ex gobernador de Veracruz, doctor Javier Duarte de Ochoa, siendo un Cristiano como se manifestó siempre; cumpliendo con los sacramentos de la iglesia católica y asistiendo a las celebraciones eucarísticas, a las que invitaciones jamás le faltaban; por su buena relación con los jerarcas de los católicos, hasta llegar al Santo Papa Francisco, sin que pueda haber una explicación de la relación personal que se hubiera podido establecer entre ambos personajes, ya que toda acción del Supremo Pontífice, es con vista de Dios y de él se espera el premio o remuneración por el ministerio de las autoridades eclesiásticas de todos los niveles. En cambio de los príncipes del gobierno, como el ex gobernador JD, lo único que persiguen como remuneración a su trabajo, es el lujo y derroche del que hacen gala durante su mandato.
Las ambiciones terrenales de los jerarcas católicos, deben ser y son la tranquilidad y la paz con que la religión remunera a quienes ejercen su ministerio, interpretando fielmente, la palabra de Dios. Cualquier ambición material de satisfacciones a los Ministros de la iglesia, podría calificarse como hipocresía; y si bien, puede pasar desapercibida en el mundo terrenal; tendrá su sanción oportuna, con el cargo de conciencia y la rendición de cuentas al final del camino ante el creador. Para los príncipes gobernantes, cualquier gloria humana, resulta insuficiente, puesto que, lo que buscan los gobernantes es acaparar siempre el boato, el lujo y el dispendio; y nunca podrán saciar su ego, aunque actúen siempre con hipocresía y jamás tengan el valor de reconocer su proclividad al enriquecimiento y apropiación de la riqueza pública que pertenece a todos, porque se constituye con el conjunto de bienes que aportan los ciudadanos para que el estado se los devuelva “a todos” en obras, bienes y servicios públicos que eleven su calidad de vida.
La reflexión, no sólo para el doctor Duarte de Ochoa; sino para sus ex colaboradores que han sido privados de su libertad por delitos similares que se imputan a JD. Y para sus familiares y amigos, que han sido señalados públicamente, como “cómplices” del ex gobernador, quienes en todo momento viven en un “delirio de persecución”, que les genera una intranquilidad tal, que no permite a nadie vivir en paz y disfrutar del patrimonio o la riqueza que cada quien posee, por ser mal habida; puesto que los rumores y las murmuraciones, producto de la envidia de los demás, aumentan cada día y se difunden en las redes sociales, multiplicándose de manera imparable; todo esté ambiente lleva a la conclusión de que las cosas humanas no remuneradas justamente, no vale la pena adquirirlas de la manera a la que están acostumbrados los políticos de hoy; puesto que su arbitrariedad se cobra muy cara y se paga finalmente con la cárcel.
El boato, que significa la forma de vida de la nueva generación de políticos del PRI, del PAN, del PRD y aquellos que se dicen infiltrados en MORENA, todos cortados por la misma tijera, que los identifica por el objetivo primordial de lograr puestos públicos para “enriquecerse” y garantizarles el mejor nivel de vida para el resto de sus días y para sus descendientes; todos ellos tendrán que ser perseguidos, más temprano que tarde, para sancionar su ostentación; la exhibición de los lujos y riquezas ilegalmente adquiridos; y todo aquello que los vuelve prepotentes y arbitrarios; pero también tendrán que ser detenidos y castigados con cárcel, para expiar su culpabilidad penal.
La velocidad con que transcurre el tiempo, es vertiginosa; y ello obliga a los príncipes y a la nueva clase política, a correr el riesgo de ser sancionados de manera ejemplar, pues todo mundo piensa que los cargos públicos son pasajeros y que sino se aprovechan desde el primer día de su ejercicio, para apoderarse de riquezas y disfrutar de los placeres inherentes a la posición, no habrá tiempo para alcanzar la meta de convertirse en un político rico. Los honores, a la nueva clase política, no le importan; prefieren el disfrute pasajero del placer, aunque se pague con el escarnio, el descrédito personal y familiar y la pérdida del valor supremo del hombre que es la Liberad.