En San Luis Potosí un diputado se vanagloria de pertenecer a una red de mafiosos que se dedican a extorsionar alcaldes cobrándoles millones de pesos a cambio de limpiar sus cuentas públicas. Atrapado en la maroma mediante un video, el sinvergüenza dice que tiene las manos limpias.
En Veracruz una diputada exhibe al jefe de su bancada y lo acusa de despilfarrador, tratante de mujeres, borracho y drogadicto. Le dice en su cara que nunca hay dinero para obras sociales, pero sí para darle su mochada al líder del partido y para sus parrandas con otro sujeto que ya fue diputado local y que ahora se dedica a llevarle chicas guapas y droga.
El aludido dice que todo es falso, que jamás ha malversado fondos del erario y que tiene las manos limpias.
También en Veracruz, otro diputado anuncia que su partido se negó a recibir el millón 600 mil pesos que les otorga el Congreso local para gastos de representación, porque ese dinero es de los veracruzanos. Pero luego se descubre que la lana fue a parar a manos de un señor que desde hace 12 años quiere ser presidente de la República.
El diputado dice que tiene las manos limpias.
Otra vez en Veracruz, una diputada es descubierta recibiendo dinero presuntamente para la campaña del señor que lleva 12 años queriendo llegar a Los Pinos. La mujer es exhibida en tres videos, los miembros de su partido la desconocen, piden que se le retire el fuero y se arma el traca traca mediático y jurídico.
La acusada cambia su versión dos, tres, cuatro veces y remata con la frase: tengo las manos limpias.
Y debe ser cierto porque ninguno ha ido a parar a la cárcel. Lo más que han hecho es declarar ante la PGR de donde salen a dar entrevistar banqueteras, y a exigir a los periodistas una comprensión y un respeto no han tenido ellos para la ciudadanía.
De todos es sabido que los diputados federales que bajan recursos a los municipios que representan cobran una mochada a los alcaldes. Esta mochada oscila entre el 15 y el 25 por ciento. Nunca es menos.
Es decir, si un diputado logra una obra por un millón de pesos, recibe del alcalde entre 150 mil y 250 mil pesos libres de polvo y paja. Para no quedarse atrás, el alcalde también le da una tarascada al dinero y la obra se hace con lo que sobró.
Y como lo que sobró no alcanza para terminarla es abandonada por meses o años, hasta que el círculo vicioso se reactiva con otro diputado que baja más recursos y cobra su tajada.
La obra que iba a costar un millón de pesos termina quintuplicando su valor. Pero los diputados tienen las manos limpias.
Platicando sobre el tema con un analista político que cubrió por años las actividades en el Congreso Federal, me dijo que en mayor o menor medida todos los diputados roban, tranzan, hacen chanchuyos y negocios por debajo del agua. Todos lucran con el fuero y todos son corruptos. “Por algo son más aborrecidos e impopulares que el resto de la fauna política, lo que ya es mucho decir”, me aseguró.
¿Pero será que en efecto todos, todos, todos los legisladores son tranzas?
Cómo me gustaría que al menos uno (ya sea diputado local o federal) desmienta el comentario del analista y diga que él no roba, no acepta igualas, no recibe diezmo, no se presta a componendas y vive de su salario.
Te aseguro lector que gustoso daría a conocer su nombre y lo pondría como ejemplo de honradez y decencia. Esto a reserva de que sus compañeros de curul lo acusen de ser el único pendejo de la Legislatura; el único tarugo en el Congreso.
bernardogup@hotmail.com