Una de las principales debilidades, que en un principio se anunciaron como fortaleza, del nuevo Sistema de Justicia Penal es que gran parte de los delitos son considerados como no graves, salvo los que implican al crimen organizado, los secuestros y los homicidios.
Eso ha permitido que los delincuentes de cuello blanco, entre éstos los políticos en puestos gubernamentales, se la lleven leve y eviten pisar prisión, a pesar de que sus actos hayan causado gran daño a muchas personas. Veracruz es un buen ejemplo de ello.
Pues resulta que a pesar de los múltiples señalamientos que pesan sobre esta situación, para el ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, José Ramón Cossío Díaz, no es necesario ampliar el catálogo de delitos graves. Según él, basta con un “autodiagnóstico” y con una mayor capacitación de lo que considera los “eslabones más débiles” del sistema, a saber: policías, integrantes de los servicios periciales y, particularmente, los fiscales, que no sustentan bien sus acusaciones.
En esto último, sí tiene razón. Que ni qué. Y también aquí Veracruz es un buen ejemplo.





