Está visto que la actual administración federal es incapaz de admitir sus carencias, omisiones y corruptelas, y cuando éstas quedan a la vista, lo más fácil es cargárselas al más tarugo. O en su caso, a quien tenga menor jerarquía y represente menos políticamente.
Es lo que, al menos hasta ahora, sucede con la tragedia del Paso Express de la autopista México-Cuernavaca. Las “pulgas” del socavón que le costó la vida a dos personas se las cargaron al delegado de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes en Morelos, José Luis Alarcón Ezeta, quien fue destituido de su cargo, siendo la primera cabeza que “rueda” por este lamentable suceso.
Sin embargo, no es el único responsable. La empresa encargada de construir la obra inaugurada hace apenas tres meses, Aldesa, se lava las manos y atribuye el siniestro a la naturaleza, la basura y casi que a la mala suerte; mientras que el titular de la SCT a nivel nacional, Gerardo Ruiz Esparza, intenta escurrir el bulto y se aferra a un “hueso” al que, si tuviera un poquito de dignidad, ya hubiera, renunciado.
Y así nuestro país.





