En el fragor del enfrentamiento de Javidú con los fiscales de la PGR, que ahora sí sacaron la batería pesada en vez de guardársela para tiempos mejores (como que alguien le dio un apretón de gónadas al procurador Cervantes), apareció un dato que a mí no me parece nimio ni anecdótico: que el ex góber petocho tenía una supuesta amante llamada Xóchitl Tress, que en la vida veracruzana había tenido una fama tan trágica como escandalosa para los estándares de la comarca, y cuya relación con Duarte le había proporcionado chambas importantes, autos, departamentos y cosas por el estilo. Ella era el descanso de Javidú. Quizá gracias a ella y a pesar de los regalos que le dio, no solo impidió que Javiercito acumulara más ranchos, empresas fantasma, atracos en despoblado y más trapacerías, sino que le sirvió de catalizador para impedir que las exigencias de más abundancia de Karime y sus compinches lo volvieran todavía más loco. El tiempo que le quedaba libre y le dedicaba a Xóchitl eran espacios de sosiego y relax, de reflexión. Hoy todos señalan hacia la muchacha con ese índice flamígero que caracteriza a las buenas conciencias y a la doble moral, pero de no haber sido por ella, en la que Javidú invirtió mil 600 mdp para pasarla chido aventándose desde la tercera cuerda, según la PGR, la despelucada del veracruzano habría sido de tintes bíblicos. (Fuente: Milenio, “Política Cero”; Jairo Calixto Albarrán, 25/JULIO/2017).