Las expectativas con que inician los nuevos gobiernos; se derrumban hoy con gran facilidad. La razón es la ausencia de por la falta de políticas públicas para resolver los principales problemas que aquejan a la población y que se concretan en la satisfacción de sus principales necesidades de subsistencia; a saber: salud, alimentación, educación, ocupación laboral y vivienda digna. Porque no basta facilitar a la población, el acceso a los bienes y servicios que requiere para su desarrollo.
Y no se puede culpar únicamente al gobierno de la República que preside el licenciado Enrique Peña Nieto, quien en efecto, comenzó su gestión con altas expectativas que no se han cumplido, quizá imputables al ejecutivo, pero también a quienes invitó a formar parte del gabinete; en una selección, queremos suponer, de los mejores hombres y mujeres de México, con los perfiles políticos y profesionales más adecuados para enfrentar los grandes retos a lado del licenciado Peña Nieto, para merecer al final del camino el reconocimiento público que registra inexorablemente la historia de este país, igual que el descrédito con el que se acompaña a los políticos corruptos, mentirosos y soberbios.
La corrupción política y el descrédito por la incapacidad para gobernar y la cleptomanía que ahora invocan en su defensa los gobernadores y alcaldes corruptos; quienes junto con familiares y amigos, robaron el erario hasta la saciedad; incumpliendo con los más importantes deberes inherentes a sus cargos y mentirosos y abusivos del poder, encuentran al final del camino el derrumbe de sus aspiraciones y el rechazo y la persecución de un enardecido pueblo que les entregó su confianza y los ungió de poder público que desviaron para uso personal y beneficio familiar. Ningún partido político queda a salvo de los reclamos de la gente que se siente defraudada por sus gobernadores y alcaldes corruptos. Unos fueron abanderados del PRI, PAN-PRD, MORENA, PT, PANAL, Partido Verde, Movimiento Ciudadano y demás satélites, depredadores todos de los recursos públicos que autoriza el poder legislativo integrado por representantes de ellos mismos.Y con una nula rendición de cuentas para esconder latrocinios y trapacerías.
La mayoría de los políticos que hoy enfrentan las investigaciones de la PGR y las fiscalías estatales; por la falta de una honesta aplicación de recursos públicos autorizados en los presupuestos; y al mismo tiempo el enriquecimiento ilícito que refleja la corrupción que los rodea con el favorecimiento a familiares y amigos íntimos; dan la pauta para la persecución y encarcelamiento de los que hoy lloran su soberbia y enfrentan el repudio por la vanidad de sus seres queridos.
Hoy se da cuenta a través de las redes sociales y medios de comunicación en general, de la lujuria de los políticos; de la pereza para cumplir sus tareas; de la gula que les impide la saciedad del hombre normal; la envidia que hacen que los políticos entren en competencia para ver quien roba más; la avaricia que les permite desviar los presupuestos públicos mediante ridículas y descubiertas operaciones en “licuadoras”, que no son otra cosa que revolver todos los ingresos y disponer del producto licuado, para transferirlo íntegramente a sus cuentas particulares o a las empresas fantasma hoy tan de moda. Y la mayoría de los gobernantes corruptos, expertos en malos tratos y abusos de poder, para convertirse en hombres y mujeres llenos de soberbia que los hace sentirse superiores a los demás.
Finalmente algo que no pueden controlar, gobernantes de los tres órdenes en que se divide el poder público para su ejercicio constitucional, es “La Ira”, pecado capital por excelencia, que convierte a los poderosos gobernantes, en seres incontrolables, capaces de ordenar las más grandes atrocidades en contra de su pueblo, incurriendo en actitudes y conductas deleznables que los marcan de forma imborrable, por el resto de sus días y por mucho tiempo después. Para no quedar en duda, basta repasar el registro histórico de la última media centuria de los gobiernos federal, estatales y municipales, partiendo de un año antes de la masacre estudiantil del 68; de la Olimpiada celebrada en México en 1968; de la participación de los grupos revolucionarios del proletariado y de la Guerra Fría utilizada como excusa, para imponer la paz a sangre y fuego y un desarrollo estabilizador, rebasado por las políticas neoliberales, que solo han servido para encajonar en clases sociales a la población; y finalmente para dividir a los 120 millones de mexicanos que, según registra el INEGI, en la mitad viviendo en extrema pobreza y la otra mitad luchando por seguir formando parte de la clase media.





