Pedro Manterola Sáinz, además de ser político y empresario, también tenía su faceta de poeta.
No escribía poemas en verso sino poemas en prosa, muy al estilo de Pablo Neruda.
A continuación el último texto que escribió la noche de este sábado 5 de agosto:
“Si tuviera que conjeturar las señales, medios y entornos de la aparición de tu fantasma, sería en forma de astro nostálgico y nocturno, un destello que da traza y atmósfera a árboles y sombras, el reflejo sigiloso del universo a mitad de la hojarasca, una gota de rocío que cae sobre mi espalda, desprendida de la Luna a medianoche, el espejo que mira su pasado en la obscuridad de un bosque encantado, el vaso de agua con la huella olvidada de tus labios, cáliz que espera inmóvil tu regreso en la mesita de noche, a un lado de la cama, indiferente al libro, la lámpara y el reloj despertador que lo flanquean, mientras alternan y habitan mis vigilias. La sed no es propia de fantasmas ni necesidad de ensueños imposibles. El agua que se anega en el ceniciento recipiente de cristal es también el sudor que se perdió bajo estas sábanas, las lágrimas que no retienen mis mejillas, la tristeza que se evapora quedamente. Tu fantasma es el guardabosques de un desierto, el anticuario de una tienda sin rarezas ni vendimia, la biografía en blanco de una vida que no tiene episodios, almanaques ni efemérides. La galaxia que impregna la penumbra, la repisa con la huella ambigua de tus dedos, las flores de color indescifrable que se secan en el patio, la Luna que se hunde tras las olas, el primer beso que empezó por ser el último, las llaves perdidas de una puerta con 20 cerraduras. Eso era tu fantasma. El otoño que se desprende de los árboles, la penumbra convertida en luz, hoja y manantial, la noche que se vuelve el horizonte en el que veo surgir mi rostro, mis pasos, mi memoria. El túnel de paredes de esmeralda que conduce de la nada hasta al amanecer, el prisma de colores infinitos tallado con la punta de mis dedos, el perro ciego que me conduce al más allá, la reina de un país sin territorio que escribió su historia en mis recuerdos, una mujer de caderas inasibles, venero de savia y ambrosía, bálsamo de caricias y claridad que dan sentido a la existencia, cúmulo de mundos, astros, órbitas, auroras y galaxias que se trazan en su espalda, cosmos, océano y paraíso que se extiende de su cuello hasta la planta de sus pies. Soy el autor de una obra que empieza y termina con mi nombre, la tinta de un texto que se borra antes de leerlo. Escribo con la esperanza descarriada de que mis letras naufraguen en tus ojos. Soy el escribano extraviado en la primera letra de tu nombre, el calígrafo de un idioma que no conoce tus iniciales, el pedazo de sol que entibia tu café, mientras te diriges a abrir de par en par esa ventana por la que huye la negrura y despunta al alba el ave fénix de nuestras querencias”.
A continuación otros fragmentos de los textos que publicaba en su cuenta personal de Facebook:
“Hay que preguntarse de qué sirve tener prisa; hay que sentir, más que medir, el sentido de los pasos; escribir, por intuición, más que por cálculo, el trazo de la ruta. No hay distancia para alejarme de mí mismo. Soy el viajero y el itinerario, humilde reflejo de la memoria, lúcido interrogante del porvenir. A mí me guía la luz, no las sombras. Buenos días a todos, abrazos al gusto, besos sin destino ni remedio, saludos al mayoreo y al menudeo”.
Un fragmento de otro texto del político martinense:
“El Sol aparece con la nobleza humilde del que sabe ahuyentar a las sombras. Su llegada no espera elogios ni alabanzas, no exige aplausos ni lisonjas, su esplendor no necesita de servilismo ni adulaciones. No despacha en el firmamento de 6 a 8 haciéndonos creer que va a arreglar el mundo. Sin petulancia brilla, y eso le basta, sin jactancia enciende, y eso es suficiente. Da sentido a la penumbra, y ahí da vida a la discordancia y oculta una contradicción. Aviva, entibia, ilumina, guarece, provoca, y al final del día sigue su camino sin pretender que el mundo empieza con su presencia y termina al despedirse. El Sol es centro, es paisaje, punto cardinal, rutina insólita, evento natural y extravagante, es único, es impar, y sus rayos son derecho y privilegio de todo hombre. Es monarca, estrella y astro rey, pero también sólo uno más del firmamento. El Sol es una voz que nunca se repite, un reflejo que canta, susurra y adormece, un siseo que calcina certezas e inquieta incertidumbres. El Sol abochorna entre humedades, abrasa sin rencor, quema sin agonía, muere sin escándalo, renace sin alardes. El Sol es un presente atado al porvenir, un mañana de futuro retroactivo. Es ropaje, receta, fogón, sombra y chimenea. Un placer que desciende del infinito y subsiste 12 horas. La punta de un compás que traza órbitas sin elipsis ni tangente, el centro de un universo que empieza en cualquier parte”.
Uno más. Este, completo:
“Un jardín de luces, nubes y colores. Un parterre de viento, sol y sombra, un mar de destellos, nimbo y cirro, un horizonte que nos hace distintos, y nos permite ser iguales. Vamos a andar, a sembrar, a hacer el bien, a pregonar honestidad con la conducta, a exigir justicia con congruencia y transparencia, a ganarnos la confianza con actos y respuestas. Para eso estamos, por eso somos. Orgulloso de pertenecer, humilde para aprender, lúcido para emprender, decidido a construir. Yo soy el mismo, no lo mismo. Abrazos luminosos, besos sin destino para este remitente, saludos con afecto y buenaventura, mientras ese sentimiento sea mutuo y ese deseo sea recíproco. Conocer el abecedario no significa saber leer, juntar letras no siempre es escribir”.
Otro pensamiento más:
“Hay algo que se despierta cuando alrededor todo parece obscuro. Un recuerdo, una querencia, un deseo, un pedazo de futuro. Y entonces somos amanecer, y aún entre penumbras, nuestra sombra se llena de luz. Y somos obertura, rapsodia, sonata y sinfonía. Nuestra voz es sólo nuestra, porque no somos eco, coro ni reflejo. Y sueño con una mujer desconocida que me llama por mi nombre, que mi futuro no tiene tiempo, que mi cuerpo recobra vida y la noche acumula porvenir. Somos la mañana, el retazo de una noche que termina, la palabra que recupera voluntad. Y nos vamos a la calle, porque todavía queda tanto por hacer, por decir, por encontrar, por recorrer… Buenos días a todos, saludos a cada quien, tan cordiales como lleguen de regreso, abrazos solamente a aquellos de buena voluntad, besos interrumpidos, dormidos, incógnitos. Si no quieres, será porque no puedes, así que no lo leas”.
Otra reflexión:
“Venus, ligeramente debajo de Alción, justo al lado de Aldebarán, en el espacio sideral arriba de Alnath y Eclípitica, traza el polígono de un territorio indescifrable, en medio de la constelación de Taurus, bestia cornuda, cerril y mitológica que ha quedado atrapada entre las sombras. Y en ese cielo que es galaxia navegable, se figura una faro celeste que se convierte en sencillo y mágico escenario que abre paso al Sol, anuncia el inicio del Viernes y el preludio del fin de semana. Y entonces el silencio da un paso al frente y se convierte en pensamiento, y hay recuerdos que se caen a pedazos en la noche, y el oleaje de la voluntad, la lucidez y la humildad oscilan entre estas palabras y el futuro que necesita de grandeza, de honestidad, de ánimo, nobleza y claridad. El tiempo no sirve para sentarse a esperar, mañana no llega solo ni solamente a unos cuántos. Mañana debe ser de todos, y cada quien deberá estar en el sitio en el que labre su propio porvenir…. La madrugada me provoca un vaivén de ideas de las que no dudo, aunque no dejen de ser luces oscilantes que tienen vida propia. Deseo lo mejor a los mejores, lo bueno a los que practican la bondad, lo luminoso a los que sepan caminar sin convertirse en sombras. Abrazos a destajo, besos al aire, saludos cordiales para todos, menos a los que no entienden lo que son, y no comprenden lo que saben”.
Otro más:
“Mira, colibrí, te regalo un cielo, te convierto en nube, para que seas vuelo, para que te vuelvas viento, presagio de un viaje libre, intenso, luminoso, para que tus alas sean abrazo y se conviertan en señal, ruta, nave y sendero celeste. Alejados de la pequeñez y el brillo opaco del mediocre, con la querencia de un porvenir que sea venturoso para todos, según lo que sea cada quien. Saludos cordiales, que son los que nacen del corazón, para los que sepan de qué sirve tenerlo. Besos interminables, invisibles, imposibles. Abrazos a granel, buenos deseos para aquellos que sepan hacer el bien, sin mirar a quién, cómo, cuándo, dónde y para qué. Si no te importa, no lo leas”.
Y otro:
“Luna, Lunita madrugadora, para aliviar la noche, para prolongar el sueño, para no dormir en los laureles, para despertar con luz de Luna a pleno día. Será augurio, promesa, señal de días plenos y renovados, sin mezquindades, egos ni egoísmos. Que incluso la noche sea siempre luminosa. Abrazos escogidos, besos imposibles, saludos cordiales y generosos, siempre y cuando sean mutuos, recíprocos, de ida y vuelta, en viceversa y a la visconversa. Al que no le guste mi letra, que no lo lea. No es a fuerza”.





