Los cuatro fantásticos fueron bautizados así, a los cuatro personajes más destacados de la larga lista de aspirantes a la candidatura del PRI para contender por la presidencia de la república en 1999; Manuel Bartlett Díaz, Roberto Madrazo Pintado, Humberto Roque Villanueva y Francisco Labastida Ochoa, son los cuatro fantásticos que llegaron hasta la antesala de la postulación tricolor; y de ellos, correspondió a Francisco Labastida Ochoa, portar la bandera del PRI, para enfrentarse al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, candidato del PRD; y Vicente Fox Quezada, candidato del PAN y ganador de la elección presidencial, que ejerció del año 2000 al 2006.
Con una larga trayectoria política y formado en la vieja escuela del PRI, el licenciado Francisco Labastida Ochoa, considerado como un político ortodoxo, se desempeñó como Secretario de Gobernación; Secretario de Agricultura y Desarrollo Rural; y Secretario de Energía, Minas e Industria Paraestatal, sus dos primeros cargos en el gabinete del doctor Ernesto Zedillo; y el tercero durante el gobierno del ex presidente Miguel de la Madrid Hurtado; también fue Gobernador de Sinaloa y Senador de la república y al propio Labastida le correspondió cargar con la derrota del PRI en la llamada transición democrática, que permitió la llegada a los Pinos del Partido Acción Nacional, con el recién autodestapado candidato a la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica, licenciado Vicente Fox Quezada.
Para el año 2012, el Presidente del CEN del PRI Roberto Madrazo Pintado, fue elegido candidato a la presidencia de la república, después de una fuerte confrontación al interior de su partido, que culminó con la salida de la Secretaria General del Partido y líder eterna del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) profesora Elba Esther Gordillo Morales y otros destacados miembros del Revolucionario Institucional, que mostraron una abierta inconformidad con las maniobras de Roberto Madrazo, para asegurar su llegada a la candidatura anhelada.
Las estrategias de marketing político, elaboradas por expertos en ganar elecciones, en construir imágenes y en delinear personalidades, a gusto de la clientela política que definiría con sus votos emitidos en forma libre y secreta, fueron la pauta para presentar en la campaña de 2012, a un candidato ganador.
Ya que el abanderado del PRI licenciado Enrique Peña Nieto, salió con mucha ventaja respecto de sus contendientes y mantuvo esa expectativa, con el apoyo decidido de su nueva cónyuge, la carismática, inteligente y talentosa Angélica Rivera (la gaviota) estrella connotada de Televisa y promotora del voto en favor de su cónyuge; tal como estuvo previsto por el equipo de campaña del licenciado Enrique Peña Nieto. Si se agrega al marketing, el cuidado escrupuloso de todos los detalles, a cargo del propio candidato y el equipo más cercano de su campaña, el triunfo estuvo asegurado desde el primer día de campaña y la derrota marcó a los otros aspirantes Josefina Vázquez Mota (PAN), AMLO (PRD), y Gabriel Quadri (PNA); a quienes no les quedó otra salida, que reconocer el triunfo inobjetable del licenciado Peña Nieto.
Lo que nadie esperaba para la elección de 2018, es que se diera la intromisión del Coloso del Norte, pues si bien el gobierno norteamericano siempre ha metido la mano en la elección de los gobernantes de México; jamás lo había hecho en forma tan abierta, tan descarada y con el ánimo de confrontación de un gobernante como Donald Trump, quien desde el 8 de noviembre pasado en que fue declarado ganador de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, hasta la fecha actual, no ha dejado pasar un solo día sin denostar a México y amenazando permanentemente a mexicanos indocumentados que cada día duermen en sus hogares del vecino país, pensando en la peor pesadilla que les podría ocurrir, si llegaran a despertar en territorio mexicano y en calidad de deportados.
Ahora que el toque final o la cereza del pastel, para que la elección presidencial de 2018 resulte como está prevista, requerirá de dos ingredientes básicos. El primero será que el jefe político permanezca supervisando los trabajos antes, durante y al término de la campaña, debiendo cuidar escrupulosamente la legalidad de su intervención. Y el otro ingrediente consistirá en la obediencia jerárquica del sucesor, con quien le preparó el terreno, para llegar.
No vaya a resultar que la ambición y la traición se junten por una mala selección del heredero del gran poder y los beneficiarios vuelvan a ser, panistas-perredistas y dantistas o el más seguro según la voz del pueblo, licenciado Andrés Manuel López Obrador.





