Ayer cumplí 32 años de mi segundo nacimiento. Soy sobreviviente del terremoto del 85.

Si el terremoto de 1985 ocurrió el 19 de septiembre, a las 7:17:47 hora local, con una réplica y era considerado el más significativo y mortífero de la historia escrita de México; que superó en intensidad y daños al ocurrido en 1957; el sucedido el día de ayer (19 de septiembre de 2017) 32 años después, a las 13:14:38 hora local) con una magnitud de 6.8 grados en la escala de Richter; este último con epicentro a 7 km al oeste de Chiautla de Tapia, Puebla. Con una profundidad de 26 km. El llamado comúnmente terremoto del 85, con una profundidad de 15 km y un epicentro al -102.53 de la zona centro, sur y occidente de México.

Se puede afirmar que la pretensión del gobierno federal a cargo de Miguel de la Madrid Hurtado, de querer minimizar sus consecuencias, solo sirvió para exacerbar los ánimos de la población del Distrito Federal y Zona Metropolitana, puesto que la inmensa mayoría de los que murieron en ese primer sismo, o trabajaban en el Centro Histórico del entonces DF o vivían en las “favelas” y zonas de miseria circundantes al perímetro que delimita a la capital con el Estado de México.

Sin una cultura de la protección civil, desde la presidencia de la República hasta estructuras inferiores, sin suficientes elementos especializados en la cultura de Protección Civil, mucho menos, que el México de entonces, pudiera contar con recursos humanos o económicos para enfrentar una catástrofe de esas dimensiones; además de carecer de reglamentos, protocolos o políticas de acción inmediata que mediante convocatoria a la sociedad en su conjunto, pudiera acudir a rescatar víctimas y a proporcionar atención a los heridos, rescate de cadáveres y reparación o reposición de los bienes con pérdida total.

A la fecha actual, las cifras oficiales registran entre 10 mil y 20 mil personas muertas y desaparecidas y los daños de entonces han sido calculados en 600 mil millones de dólares, solo para reposición de 250 mil casas y 350 mil reparaciones de inmuebles con posibilidad de ser rescatados. A 32 años de distancia, todavía se observan inmuebles y oficinas abandonadas en el centro histórico y en el año 2017 en curso subsisten campamentos establecidos de aquel terremoto del 85 habitados para pasar la noche de descendientes de quienes se ostentaron en su momento como damnificados de dicho sismo.

Las primeras imágenes que se lograron conocer en la provincia, sembraron el pánico entre quienes tenían parte de su familia o amistades radicando en la capital del país y hasta que se restableció la central telefónica de Telmex, los medios de comunicación pudieron usar los servicios de televisión, telefono y otros más vigentes hace 32 años. En 72 horas la telefonía se regularizó y el horror de millones de mexicanos se multiplicó ante la magnitud de las secuelas que dejó el terremoto del 85.

Para quienes tuvimos la buena fortuna de sobrevivir al terremoto del 85, estando viviendo temporalmente en la colonia de los Doctores, contra esquina de las oficinas de investigación policial de la Procuraduría del Distrito Federal; y en contra esquina de los tribunales y juzgados del Distrito Federal, ubicados en la calle de Doctor Lizeaga y a media cuadra del Cine Jhon Ford, casi enfrente del edificio ocupado en sus 12 pisos por la Secretaría de Economía sobre la avenida Cuauhtémoc; tuvimos la suerte de que ninguno de los llamados soldominios se colapsara y de entre la polvareda que nubló momentáneamente las vialidades a nuestro entorno y el fétido olor de las tuberías colapsadas por donde se escapó el gas de los tanques estacionarios y el combustible de las gasolineras, que empezaron (por las imprudencias o descuido de muchos ciudadanos) a ocasionar incendios y pequeñas explosiones que complicaron más el restablecimiento del orden público y de la calma de las histerias ciudadanas.
Ayer reviví con nostalgia y dolor lo ocurrido hace 32 años dando gracias a Dios de vivir en esta tierra sagrada, donde nací hace 67 años; de los cuales 45 años dediqué al trabajo burocrático, intelectual y político y al ejercicio de mi profesión como abogado litigante.

Hoy puedo presumir, la suerte que he tenido de nacer y vivir en la capital de Veracruz; en donde puedo afirmar conscientemente que traté de cometer los menos errores que me fue posible en la cultura del esfuerzo en la que me formé y como muchos de mi generación, luchamos siempre por nuestras ideas, convicciones y valores; que nos inculcaron distinguidos maestros veracruzanos y nuestros padres desde el seno del hogar, sólidamente conformado, a pesar de la pobreza en que vivimos.

En hora buena a todos los sobrevivientes del terremoto de ayer y solidaridad y condolencias para los que se nos adelantaron en el camino y para sus deudos, a quienes acompañamos en sus sentimientos.