Kilos de maíz quedaron esparcidos sobre las vías del tren en Veracruz, niños, ancianos y adultos llegaron con cubetas y costales que llenaban con sus propias manos, apartando únicamente las piedras que se mezclaban con el alimento.
Ellos, como nuestros antepasados, continúan considerando este grano como oro, pero doña Georgina Gutiérrez, una mujer de la tercera edad, asegura que en la actualidad, solo “los pobres” le dan ese valor.
La señora se enteró por conocidos de lo ocurrido en las vías de la avenida Yañez, entonces comenzó a buscar la forma de acudir para aprovechar esta oportunidad, pues tiene cuatro bocas que alimentar en casa, los nietos que se quedaron a su cargo.
Junto con una vecina que se ofreció a ayudarla, comenzaron a subir a una carreta jalada por un burro, todos los recipientes que encontraron para llenarlos de maíz y poder regresar a casa con comida; no importó que tuvieran que atravesar media ciudad para llegar, pues el resultado iba a valer la pena.
“Esto es oro para nosotros los pobres, nosotros lo ocupamos para nuestras gallinitas, poder hervir un poco, hacer nuestras tortillas y pues ahora sí que para la papa. Nosotros nos enteramos por otra gente que pasaba diciendo, vamos a buscar maíz a las vías, y pues venimos para sacar para nuestras tortillitas”
Los vecinos aseguran que los hechos ocurrieron este jueves cuando al vagón de un tren que atravesó por esa zona, se le abrieron las compuertas provocando que el maíz se regara sobre las vías, dejando un camino de al menos un kilómetro de granos amarillos.
Desde ese momento, familias completas salieron a recoger el maíz que quedó en el piso. Fue tanto lo que se regó del vagón, que alcanzó para que este viernes, más personas continuaran la labor de recolección, sin importar que durante la noche y madrugada la lluvia mojara los granos, ocasionando incluso que de repente, al mover el maíz, se desprendiera un ligero olor a descomposición.
“Ahorita lo ponemos a hervir, así como nixtamal y hacemos masa, tamales, lo que sea, para la comida, para uno y para las gallinas, el burrito, es que ahorita está la cosa dura”, dijo doña Georgina.
Nada detuvo a quienes acudían a recoger este alimento, únicamente los trenes que pasaban por sobre los granos cada determinado tiempo, solo así se alejaban de su encomienda por algunos minutos para después seguir, hincados y con las manos cuarteadas por la humedad, levantando todos los granos que en sus recipientes pudieron entrar.
En bicicletas, en burros, caminando o algunos incluso en taxi, se llevaron costales repletos del “oro amarillo”, niños cargando cubetas, caminando de lado por el peso, ancianas levantándose las enaguas para agacharse y llenar sus bolsas de plástico, todos apilados sobre las vías; ellos desconocían cuál era el destino de ese cargamento, o de quien era propiedad, lo único que valió para que estos ciudadanos se llevaran el maíz del piso, fue el hambre que ellos y sus familias aseguraban sentir.