Desde hace más de 3800 años A.C. una pirámide egipcia, registra en su inscripción que el hombre vive una cuarta parte de lo que come; de las otras tres cuartas partes viven sus doctores. No se sabe distinguir entre la cantidad y la calidad alimenticia; pero se infiere que de la calidad de los alimentos depende la salud y la longevidad, por lo que en México, de los 130 millones de personas que registra el INEGI, por lo menos está corroborado que 50 millones de compatriotas que viven de la dádiva oficial, apenas alcanzan a ver la luz del siguiente día, gracias a las despensas que el clientelismo político, partidario y del gobierno en funciones, han instituido para quedarse de manera permanente y hacer del reparto de despensas la manipulación más completa que jamas se ha vivido en la historia de México y de muchos otros países del llamado tercer mundo.
Lo que en un principio era prohibido por las leyes electorales, consistente en la compra de votos y pago con despensas, hoy se ha convertido en una práctica tolerada y auspiciada desde el gobierno, favoreciendo desde luego a militantes, seguidores y simpatizantes del partido que está en ejercicio del poder y correteando y sancionando a uno que otro desordenado, que no ha hecho bien su trabajo para aclientar a los recipiendarios de las despensas o aquellos que la ambición y su torpeza los ha cegado y que almacenan miles y hasta millones de despensas, en bodegas rentadas para ese efecto, en donde se trafica entre los mayoristas y los patrocinadores del gobierno y los partidos políticos, en épocas como la actual, de inicio del periodo electoral que nos conducirá a votar el próximo 1º de julio de 2018, por un Presidente de la República, Gobernadores, Senadores, Diputados Federales y Locales y Alcaldes, que en conjunto suman aproximadamente 3416 cargos de elección popular en toda la república, y en todos sin excepción, reinará la compra de votos, con dinero o en especie, pero más con la entrega de despensas para garantizar el abasto temporal de la sobrevivencia de millones de votantes.
Recordemos la elección donde resultó triunfador Alfredo del Mazo Maza, en la que Secretarios del gabinete federal en funciones, fueron comisionados en municipios del Estado de México, donde seis meses antes de la elección, tenían en plena operación a un ejército de mapaches del tricolor, reclutando a la clientela política que en algunos casos entregaba sus credenciales de elector, para que fueran usadas por suplantadores de los sobornados y así favorecer los intereses de quien diera más. Ésta acción no sólo la hizo el Partido Revolucionario Institucional; sino también, hubo mapaches y compradores de voto del Partido Acción Nacional y del PRD, cuyos importes fueron pagados, en una concertasesion, con recursos oficiales. El mayor escándalo se suscitó con la tarjeta rosa, otorgada a las mujeres desempleadas para cobrar una beca o dádiva durante el periodo electoral, siempre y cuando el voto se comprometiera con el candidato que resultó ganador, apoyado fuertemente por el famoso grupo político de Atlacomulco (atracomucho), con la certeza de que esa inversión daría sus frutos, como seguramente hoy los están cosechando los miembros del partido ganador.
La obligación de los candidatos será, velar mientras duren en ejercicio del cargo, por los intereses de sus representados, asegurándoles el suministro de despensas o dádivas económicas prometidas en campaña, aunque en algunos distritos electorales, los votantes han agradecido más que no se vuelvan a parar por ahí, para que no los despojen de sus escasos recursos o los utilicen para hacer negocios que solo engordan los bolsillos y el patrimonio de los “elegidos por el pueblo”, que llegan a las Cámaras de Senadores y Diputados y que generalmente son júniors del poder, beneficiados por sus ascendientes, quienes también en su momento gozaron de esos privilegios que la política mexicana otorga a quienes indebidamente se ostentan como “padres de la patria”, que no son más que un grupo de levanta dedos, sin convicciones, sin idea mínima de nacionalismo, de solidaridad social, de respeto a las instituciones jurídicas y al Estado de Derecho, sino que como los ahora representantes populares que tenemos en ambas Cámaras, se alistan a cobrar cantidades millonarias por el concepto de gratificación de fin de año o aguinaldo y por gratificaciones correspondientes a las comisiones de las que forman parte, cómplices indiscutibles de los Secretarios del Gabinete y Gobernadores rateros de todas las regiones del país. Desde la frontera con los Estados Unidos por el norte, hasta la frontera de México con Guatemala y Belice y desde el Golfo al Pacífico, Senadores y Diputados se han convertido en cómplices del ejercicio del poder público y beneficiarios de las dádivas y prebendas del sistema, aunque primero tienen que pasar la prueba de las despensas, para recoger el voto que legitime su presencia en el Congreso de la Unión.
La entrega de despensas es una práctica muy antigua, ya Cicerón en uno de sus libros menciona, que había Senadores de la Roma antigua que precisamente regalaban despensas a los necesitados, para que votaran por ellos y así conservar su puesto. En nuestro país esta práctica se hizo recurrente desde que el PRI era el partido hegemónico; una vez llegada la alternancia todos los demás partidos han copiado esta práctica para allegarse de un clientelismo electoral. El clientelismo electoral en México funciona a través de estructuras paramidales; la base está conformada por personas leales al partido político y el punto más alto de la estructura son las dependencias a través de las cuales se lleva a cabo el reparto de las despensas y todo tipo de apoyos.
Una de las consecuencias del clientelismo electoral, es encarecer las campañas políticas y también altera las condiciones de equidad, ya que el partido en el poder es quien tiene más posibilidades de allegarse recursos y manipular los programas a su alcance, en favor de su candidato; México es uno de los países con elecciones más caras del mundo, debido a la entrega de recursos, apoyos, despensas y al “abstencionismo” ya que mientras menos ciudadanos votan, el voto de los que sí participan, se “eleva de precio”. La FEPADE es la dependencia encargada de sancionar y erradicar estas prácticas ilegales, sin embargo los candidatos se aprovechan de la necesidad de millones de mexicanos que viven en pobreza extrema, quienes por una despensa, comprometen su voto, siendo imposible fiscalizar y comprobar estas conductas recurrentes en cada campaña electoral, a pesar de las reformas electorales que año con año actualizan nuestros distinguidos legisladores.
La liga entre candidatos, despensas, tarjetas de pago y aspirantes al Congreso de la Unión, se entiende de la anécdota que contaba, como hecho propio el famoso político tuxpeño Cesar Garizurieta ”el Tlacuache”: propuesto por el PRI como candidato a Diputado Federal por Tuxpan, uno de los mas queridos amigos del presidente Adolfo Ruiz Cortines, precisamente don Cesar Garizurieta, en sus primeros días de campaña recibió el abucheo de muchos votantes del distrito y un observador político con pena ajena, le sugirió al famoso tlacuache, que en cada reunión prometiera a los tuxpeños que si le daban su voto, jamás regresaría a su distrito y así fue como don Cesar Garizurieta acaparó una gran cantidad de votos que le permitieron ser Diputado Federal y cumplir su promesa de no regresar a visitar a sus representados.





