En las pinturas de la Edad Media y el Renacimiento, podemos ver el proceso creativo y técnico evolutivo entre una época y otra. Desde pinturas religiosas, hasta las piezas que retoman a los clásicos griegos y sus cuerpos esculturales casi perfectos.
Pero no todo fue bello en las obras renacentistas. Los bebés representados en las pinturas que aquella época en realidad parecen señores maduros; algunos gordos y otros más musculosos que quedaron enanos. Otros parecen que salieron del vientre de su madre ya maduros pero con el tamaño de un recién nacido. Sus facciones no son angelicales, algunos tienen cara de pervertidos lujuriosos mientras su madre los acerca a su pecho.
En realidad, los bebés en las pinturas no parecen criaturas diabólicas salidas del inframundo sólo porque sí. Las pinturas religiosas cumplían con su función de rendir un culto sagrado. En el caso del Renacimiento, las obras generalmente se hacían por pedido y no para crear una experiencia estética extrema en el espectador.