Cada día se reitera que por encima de cualquier convicción, está la conveniencia, la ventaja, la ambición de poder y la traición. Lo mismo se da en hombres y mujeres que no tienen idea de que al cambiar de un partido político a otro, le restan seriedad y estabilidad al ejercicio profesional de la política, puesto que en mucho de los casos que siguen ocurriendo desde que se inició el actual proceso electoral para el relevo presidencial a partir del primero de diciembre de este año y los relevos de gobernadores, senadores, diputados federales y locales, más de 3;400 cargos público en juego, se ha despertado la ambición de quienes de la noche a la mañana se refugian en partidos políticos antagónicos a los de su militancia y no hay otra explicación más que la búsqueda de sobrevivir dentro de la nómina oficial, preferentemente dentro del poder legislativo y del ejecutivo, que con todo su gabinete ampliado y organismos públicos descentralizados, representan un botín muy grande para los y las depredadores del presupuesto público.
El más reciente caso que llama poderosamente la atención, es el de la senadora panista Gabriela Cuevas Barrón, quien a sus escasos 38 años de edad, del único partido del que era miembro activo, el PAN, solicitó su baja, renunciando a su militancia para buscar nuevas alternativas, que según sus propias declaraciones prefirió en la madurez de su vida, olvidar que siendo una quinceañera, en lugar de pensar en un príncipe azul que la hiciera su novia, sobre todo porque en la “edad de las ilusiones”, las jóvenes mexicanas ni siquiera han pensado que al cumplir los 18 años y alcanzando la mayoría de edad, podrían incursionar en la política; y Gabriela Cuevas guardó para siempre su última muñeca que ha de estar llena de hollín junto con otros juguetes, abandonados todos en algún rincón de su casa para interesarse por la teoría y la práctica política hasta alcanzar verdaderos logros, con puestos públicos muy importantes, respaldada siempre por su ex partido, el PAN.
Muy joven fue jefa delegacional de la Miguel Hidalgo, en CDMX y tres años después fue diputada federal por el distrito 10, cargo que concluyó para ser senadora en la lista nacional, representando al PAN, del que ahora se sale para incorporarse a Morena y apoyar al “líder populista” que tanto combatió durante el foxismo, Andrés Manuel López Obrador, puntero hasta hoy en la eleccion presidencial y con quien “se dice” ya negoció Gabriela Cuevas otra diputación federal plurinominal, que la mantenga con el fuero constitucional y las prebendas del poder legislativo, a las que ésta acostumbrada desde muy joven en que se le abrió la puerta grande de la política.
En el año 2005, al negarse a cumplir un mandato de autoridad, Andrés Manuel López Obrador, fue obligado a dejar el cargo de Jefe de Gobierno capitalino para ser enjuiciado y Gabriela Cuevas, entonces diputada panista, depositó dos mil pesos de fianza que le había fijado el juez federal a AMLO, en el incidente de suspensión del juicio de amparo que impidió el encarcelamiento del hoy líder de Morena, en el entendido de que Graciela Cuevas no lo hizo para favorecer al Peje, sino más bien para alcanzar reflectores nacionales y provocar entrevistas donde le surtió duro y parejo “a quien tu ya sabes”, pero ahora en un cambio radical injustificado e inentendible cambia del PAN a Morena por una diputación plurinominal y todos sus privilegios siempre que el tabasqueño la haga diputada.
No cabe duda que el abismo entre lo que Gabriela Cuevas dice y hace, es cada día más grande; y ni en este caso, ni en algún otro, “el fin justifica los medios”; porque después vendrá la traición de Gabriela Cuevas a quien la sostenga con el poder político y privilegios que acostumbra.





