Recién cumplido un año el pasado 20 de enero, de la llegada de Donald J. Trump a la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica, el ejercicio del poder público que dimana del poderío bélico y de la nación más rica del mundo, primero sorprendió y hasta causó pánico en Trump, su familia, sus impulsores y promotores de campaña, quienes no esperaban alcanzar el triunfo sobre su más cercana contendiente, la experimentada política y funcionaria pública demócrata Hillary Clinton, cuyo último desempeño fue el de Secretaria de Estado del gobierno presidido por Barack Obama. De ahí consiguió la candidatura a la presidencia norteamericana, siendo una gran candidata que contra todo pronóstico, perdió la elección y se convirtió en víctima del escarnio de Trump, hombre de negocios, multimillonario en dólares, machista, fascista y líder de la discriminación racial, desprovisto totalmente de los valores espirituales y la cultura del humanismo.
Ya en ejercicio del cargo, el presidente Trump demostró su verdadera personalidad, formada en la cultura materialista de la que se siente orgulloso y hasta llegó a expresar con una elevada autoestima, que él se consideraba un “genio” y que desde luego estaba preparado para el desempeño de su nuevo cargo, en el que comenzó con muchos tropiezos y una política permanente de ensayo y error; priorizando Donald Trump el desencadenamiento de su fobia en contra de los latinos y en especial de los mexicanos; de los musulmanes; de los negros y de los pobres en general; persiguiendo a todos y pisoteando sus derechos humanos. Muy pronto Trump se engolosinó con su nuevo cargo y se le hizo fácil gobernar por medios electrónicos a su país, recibiendo serias críticas por sus torpezas en la toma de decisiones de gobierno, teniendo que reconocer sus errores aún en contra de la soberbia que lo invade y de su caprichosa voluntad que lo domina, dando pauta a la prensa para que le devolvieran todos y cada uno de los agravios con que Donald Trump (en tan poco tiempo) utilizó para lastimar a tan grandes comunidades de hombres y mujeres que tras del famoso “sueño americano”, decidieron asentarse en territorio norteamericano.
Donald Trump, por su formación como hombre de negocios de toda su vida, padeció pocas derrotas, pocos quebrantos económicos, pocas negociaciones fallidas, y sin embargo tuvo en su larga carrera en los más altos niveles empresariales inmobiliarios el éxito y la fortuna que lo han convertido en uno de los hombres más ricos del mundo. Y a pesar de todo lo que ha logrado Donald Trump, primero como empresario y luego en la política, se duele de no recibir el elogio y la adulación con que los gobernados se dirigen a quienes los gobiernan.
Y lo que más le duele a Donald Trump es el trato de los periodistas, de los empresarios, de los medios de comunicación y de los escritores y literatos que han difundido por todo el mundo el arrepentimiento de muchos sectores norteamericanos que apoyaron a Trump con su voto. Acaba de señalar Donald Trump, que la prensa lo respetó siempre y lo trató muy bien, cuando su ocupación única eran los negocios; y que ahora como político, la prensa se dedicaba a magnificar sus errores y a circular entre sus lectores y seguidores, detalles supuestamente de su vida privada y relaciones familiares, que solo eran mentiras y calumnias de algunos que trabajaron en su campaña, que después recibieron nombramientos de asesores y funcionarios de su gobierno, a quienes corrió por traicioneros e ineficaces. Sin mencionarlo, Donald Trump hizo nuevamente alusión al libro convertido en best seller Fire and Fury de Michael Wolff. Por lo que se concluye que no se puede tener, ni poseer todo en la vida.