El próximo domingo en los términos dispuestos por el INE, terminarán las llamadas “Pre-Campañas” que en la realidad social y política de nuestro país, se han convertido en verdaderas campañas, puesto que nadie puede distinguir unas de otras; ni el mismo presidente del INE, Lorenzo Córdoba, ha sabido responder a los cuestionamientos de los medios, para precisar quién o quienes de los personajes destapados por los principales partidos políticos o los autodenominados candidatos ciudadanos, han incurrido en alguna desobediencia que los haga merecedores de alguna sanción.
Sin duda se han aprovechado para hacer campaña por parte de precandidatos y partidos los meses anteriores y el que va corriendo hasta el próximo domingo en que supuestamente dejarán de promocionarse, para retomar la contienda a partir de abril y hasta tres dias antes de la jornada electoral del primer domingo de julio; por lo que nadie entiende a las mentes brillantes (consejeros del INE y legisladores federales) que tomaron tales determinaciones para imponerlas como reglas fundamentales que marquen los tiempos y procedimientos de la madre de todas las batallas políticas, en la disputa por el poder en México.
Los candidatos presidenciales y sus coordinadores de campaña, no ocultan su preocupación por asegurar el triunfo de sus representados, a través del “voto ganador”, que será el que defina las elecciones, dependiendo del convencimiento que se logre de manera individual o colectiva, impactando directamente en el electorado. Las experiencias vividas desde la transición democrática con Vicente Fox en el año 2000, con la entrada del PAN a Los Pinos y su salida con el retorno del PRI encabezado por Peña Nieto apuntan para todos los estrategas de campaña, a no confiarse de las encuestas, que han resultado en los pasados procesos electorales, más engañosas que apegadas a la realidad.
Y lo mismo se puede decir, desde la campaña presidencial de 1988, que tampoco hay que confiarse cuando se llenan plazas públicas con simpatizantes, porque nadie asegura el voto de muchos curiosos e indecisos que asisten a eventos masivos de un candidato o partido, y que a la hora de definirse, emiten su voto en favor de los contrarios. Para colmo de los coordinadores de campaña, el cuidado para evitar la división interna entre los dirigentes y militantes de cada partido y el celo y golpes bajos que se dan entre aquellos que “cercan” a los candidatos para asegurar futuros nombramientos y nóminas, puede voltear el posicionamiento del candidato y convertirlo en perdedor, cuando al cuarto para las doce todos lo daban por ganador.
La llegada al equipo de campaña de verdaderos expertos y asesores preparados, debe aprovecharse para capitalizar más la penetración de la imagen y discurso de los candidatos, quienes para ganar tendrán que transmitir la emoción de una lucha electoral, que permita lograr la simpatía y asegurar el voto hasta de aquellos que se consideraban oponentes.