El reto más difícil que tendrá el próximo Presidente de la República, será el rescate del gran sector de la población marginada, con la que se ha formado la llamada “cuarta clase social” y que según estudios de movilidad, incluye a 7 de cada 10 mexicanos, que nacen en situación de pobreza y están condenados a morir pobres. El que no esté capacitado para esa tarea, que renuncie a su candidatura.
Y mientras los cinco aspirantes a la Presidencia debaten los índices crecientes e imparables de la delincuencia y el crimen organizado, y se rasgan vestiduras en defensa de los intereses que representa cada uno de ellos, nadie ha tenido la capacidad de presentar uno o varios programas para aumentar la producción de alimentos, incrementar el número de empleos de manera significativa, aumentar la cobertura para atender la salud de forma institucional, fomentar y fortalecer las pequeñas y medianas empresas, sin descuidar a las grandes industrias nacionales o transnacionales que hoy por hoy, son las que mejor pagan la mano de obra de nuestros paisanos, quienes han aprovechado las facilidades de sus patrones de capacitarse para el trabajo.
Ya basta de seguir discutiendo el tema de la corrupción y la impunidad, que quiérase o no el próximo inquilino de Los Pinos, tendrá que combatir y acabar con esos males, encarcelando a corruptos de todos los niveles de la burocracia y sancionando con penas severas a los miembros del crimen organizado y de la delincuencia común; evitando la corrupción institucionalizada en ámbitos de las fiscalías y los tribunales.
El siguiente debate de los candidatos deberá centrarse en las propuestas de quienes quieren relevar al Presidente Peña Nieto, comprometiéndose con las prioridades que demandan todos los mexicanos. En ese sentido, la redistribución equitativa de la riqueza pública, sólo será posible mediante la satisfacción de las necesidades básicas de los mexicanos, y sólo será con oportunidades de superación personal que permitan el desarrollo de las capacidades individuales de las niñas y niños, de la juventud y de todos aquellos hombres y mujeres que no se rinden a pesar de las adversidades de la vida.
Ya basta de pelear por demostrar lo imposible, cuando todo mundo sabe que la política en México es sinónimo de corrupción y que solo aquellos que nunca han participado en ese quehacer, resisten tres veces el calificativo de honesto, honesto, honesto.
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