El PRI no acaba de salir del schock que le causó la derrota electoral de julio pasado, sigue inmóvil, como sin saber qué hacer, para dónde jalar, cómo reinventarse.
Disminuidos en el ánimo, en las prerrogativas y en la preferencia de los ciudadanos, los militantes que aún quedan con la camiseta bien puesta no atinan a dar pie con bola.
En el estado de plano Américo ya dijo que ya se cumplió el término estatutario y hay que renovar. Ya mejor irse y que otro se haga cargo.
Pero nadie más dice está boca es mía. Muchos operaron para los azules y los morenos y están buscando como sobrevivir dejando de lado al partido que les dio todo.
Otros, tirando fregadazos desde los cafés o en redes sociales.
En ese contexto vino a Xalapa Ulises Ruiz, ex gobernador de Oaxaca, senador, diputado federal y ex de muchos cargos en su partido. Se presentó como opción para encabezar la dirigencia nacional del PRI y con ello los esfuerzos de reestructuración de un partido hecho añicos por dentro al que le urge reposicionarse.
No acababa de llegar y ya lo estaban madreando, señalándole cercanía con morena y obras de una presunta constructora de su propiedad.
Más allá de estos señalamientos y de sus malquerientes naturales, Ulises Ruiz es la primera voz que señala lo que para él fueron las fallas del PRI e intenta limpiar el tiradero. Claro que buscó culpables y señaló a EPN como el principal.
Acá en la aldea, Marco del Ángel señaló a Américo como el responsable.
Creo que más allá de señalar,, deben aprovechar el tiempo y rehacerse lo más pronto posible, antes de que acaben por desaparecer dentro de tres años en las elecciones intermedias.
Acompañó a Ulises, el siempre priísta Domingo Yorio, ya recuperado y uno de los militantes con trayectoria en el PRI a los que sí les interesa que su partido levante y vuelva a ser opción.
Después del oaxaqueño habrá que ver quien es el valiente que también se avienta el trompo a la uña de querer dirigir al PRI en estos tiempos.
Y que tendrá que tragarse cuanto le digan, porque tampoco es que tengan mucha autoridad moral que digamos.