La tarde del 26 de septiembre de 1968, estudiantes y maestros que marchaban de la calle Juárez -donde entonces se ubicaba la Facultad de Humanidades- al palacio de Gobierno, en el centro de Xalapa fueron golpeados, rociados con gas lacrimógeno y detenidos por policías estatales.
Fue el primer acto represivo de tal magnitud contra estudiantes en esta capital, ocurrido apenas una semana antes de la masacre y represión contra estudiantes en la plaza de Las Tres Culturas en la Ciudad de México. Hecho poco documentado que algunos de sus protagonistas cuentan a 50 años, medio siglo de haber ocurrido.
Ernesto Gerardo Fernández Panes, hoy docente en la Facultad de Humanidades y entonces estudiante de la Facultad de Economía fue uno de los líderes estudiantiles que logró escapar varias veces de los policías, en aquella represión del 26 de septiembre en la que los policías, bajo la orden del coronel Héctor Hernández Tello, cerraron el paso a quienes marchaban por la calle Lucio y rociaron gas a los manifestantes que apoyaban el movimiento estudiantil del entonces llamado Distrito Federal, cuya principal consigna era el cese a la represión y el derecho a la libre manifestación:
“Cuando la represión estaba yo en el Aula Clavijero. Ahí se tomó la decisión de participar. Nosotros teníamos un grupo que era de la Juventud Comunista, yo era el secretario general, entonces también de la Central Nacional de Estudiantes Democráticos. Decidimos estar, pero también decidimos que había que continuar con el movimiento”. “Cuando empezó la represión, yo iba bajando por Lucio, iba un policía detrás de mí, ya nos estaban vigilando permanentemente, entonces, cuando empezó lo de los gases, nos empezamos a dispersar. Yo burlé la vigilancia de este policía y me oculté. A esa hora entraron a mi casa, porque pensaron que yo me había ido a refugiar ahí, en la casa donde estaban mi padre, mi mamá y mis hermanas. Entró la policía buscándome. Yo no estaba ahí, en ese momento tuvimos una reunión y un compañero que venía de la Juventud Comunista, del Comité Central, nos trasladamos a México”.
Paradójicamente, la huida que emprendió tras la represión en Xalapa evitó que estuviera aquel 2 de octubre en Tlatelolco: “Yo iba a estar precisamente el 2 de octubre en uno de los edificios de la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, porque ahí nos íbamos a reunir los compañeros de la Juventud Comunista, ya estábamos muy hostigados. Cuando se viene la represión aquí (en Xalapa) yo pierdo el contacto y me oculto. Yo estuve oculto tres meses, hasta enero regresé, cuando el nuevo gobernador Murillo Vidal decretó una amnistía. Se me perseguía por motín, por asonada…por todos los delitos que perseguían en ese entonces. No me pudieron detener el 26. Logré escapar”. “Ahí, por el mercado Jáuregui, cuando estaba la represión, yo me subí a un autobús y perdí al policía y me fui a México. Luego regresé, pero en 1969 me tuve incluso (que ir) del país. Cuando regreso, me detienen dos veces, me golpean, me llevan a los separos, me amenazan. El coronel Iturralde, que estaba en ese entonces”.
Represión anunciada, la
orden llegó de Echeverría
En su libro, Xalapa, 1968 La Revuelta Juvenil a Medio Siglo, Pedro Lizárraga Cuevas, quien participó en el movimiento estudiantil siendo estudiante de la preparatoria Artículo Tercero, narra cómo se desencadenó la represión contra el movimiento formado por estudiantes y maestros, en su mayoría de la Universidad Veracruzana.
“La mañana del 26 de septiembre el gobernador de Veracruz (Fernando López Arias) mandó llamar a varios líderes estudiantiles a Palacio, les advirtió, no estaba dispuesto a tolerar más actividades estudiantiles. Informó a los presentes que tenía órdenes estrictas del gobierno federal de acabar con toda protesta. Con la mayor dureza, les hizo saber no permitiría la manifestación que se pretendía realizar esa tarde”.
La represión
Al discutir la advertencia, en opiniones divididas por el temor, los estudiantes deciden salir a la calle y lanzar consignas contra el gobernador López Arias y el presidente Díaz Ordaz, aunque la consigna mayúscula fue la del movimiento de la ciudad de México: Libertad a los presos políticos, de ese y otros movimientos, la derogación de los artículos 145 y 145 Bis, y destitución de algunos jefes de la policía, entre otras.
“Los jóvenes solo alcanzaron ocupar Lucio, pues antes de llegar a Plaza Lerdo rápidamente descendieron de autobuses sin puertas decenas de policías estatales, quienes rápidamente formaron una barrera que les impidió avanzar…el coronel Hernández Tello, director de Seguridad Pública, sin mediar palabra ordenó a los granaderos disparar sus equipos cargados con bombas de gases, de inmediato policías corrieron a golpear a los primeros que se encontraron”, narra en su libro en el que incluye varios testimonios de testigos que recopiló a su vez Tulio Valenzuela.
Como experiencia propia, cuenta que estaba sentado en la calle Lucio, cerca ya de la Plaza Lerdo con otros alumnos del Artículo Tercero, escuela que estaba en huelga para entonces.
“Varios muchachos de la Prepa teníamos un comité de lucha, elaborábamos propaganda, mantas y participábamos en algunas de las marchas. Estaba con varios amigos en la calle de Lucio, estábamos sentados. Los líderes estaban media cuadra abajo, yo estaba donde estaba la (zapatería) Canadá, en la parte de abajo. Había decenas de policías negociando con los líderes cuando vino la orden de Hernández Tello de darles en la madre. Se da la macaniza. Varios echamos a correr donde pudimos, yo me metí a Almacenes Chedraui, era una casona vieja, en un callejón todo apestoso, de alguna manera logramos escapar. Me encontré con unos amigos ahí en madero, estuvimos ahí de curiosos un rato, en eso bajó el Ejército y dijimos, pélale. Nunca había visto al Ejército ahí bajando como 100 o 200 soldados, venían en contingente marchando, no sé si con armas en la mano, no lo recuerdo, era impresionante, se metieron por Juárez” contó en entrevista.
El Ejército pudo haber masacrado
estudiantes en Xalapa
Entre las revelaciones, expedientes y declaraciones que salen a la luz en el marco de los 50 años de la represión de estudiantes en aquel 1968 llama la atención la justificación que habría dado Fernando López Arias luego de estos hechos. “Preferible que reprimiera la policía y no el Ejército” según cuenta Víctor Manuel López, sobrino de Fernando López Arias y particular del ex gobernador.
“No hubiera habido el problema en Tlatelolco. Aquí hubiera estallado. Aquí habría sido, Xalapa hubiera sido donde se inició la matazón y los heridos…”.
En entrevista, contó la presión que tuvo el exgobernador de parte del entonces secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez para evitar que aumentara la inconformidad en el movimiento estudiantil, pues se acercaba la celebración de las Olimpiadas en nuestro país.
“Él (López Arias) dijo que tres días antes del 2 de octubre le habló el secretario de Gobernación, Luis Echeverría y le dijo: el día 2 paro el mitin de Tlatelolco con el Ejército ¿está usted de acuerdo señor gobernador o no está de acuerdo? si no está de acuerdo, dígame porqué…él dijo que estaba de acuerdo, porque ya no había alternativa, que había crecido tanto el movimiento en México, en todo el país ya”.
Reprimen al movimiento y sigue la persecución
Víctor Manuel López reveló también cómo a cada líder estudiantil, López Arias puso un agente de policía para perseguir y capturar: “A todos les puso un agente, a todos los líderes, esa era su táctica: a todos los líderes les ponía un agente y a una sola voz, cada quien lo agarraba su agente, porque ese mismo día agarrar a toda esa gente…a todos les ponía, a Panes un agente, a Bringas otro agente, al otro… a una voz cada quien agarraba y se descabeza el movimiento.
La persecución de los líderes estudiantiles continuó, según cuenta el maestro Panes, quien dice, que a pesar de no ser detenido, la persecución policiaca fue equivalente a estar en la cárcel:
“Después del 26 me regresé a Xalapa, estábamos en la clandestinidad propiamente. Ahí perdimos contacto. Se llega el 69, empieza el hostigamiento, me empiezan otra vez a vigilar, hay amenazas y me tengo que ir a México otra vez. Estuve allá y tuve que salir del país. El mero día que salí del país, estaba el coronel Hernández Tello. Después de estar en una casa oculto, llegaron a los dos o tres días del país, llegaron a buscarme a esa casa, de unos compañeros. Los amenazaron, les quitaron a ellos sus pasaportes, regresé después de un año y meses. Cuando regreso en el 70…a mí me anduvieron vigilando casi dos años, un policía atrás de mí, día y noche y en la esquina de mi casa, permanente la vigilancia. A mí no me detuvieron el 26, no estuve detenido dos o 15 días, estuve en la cárcel. La cárcel era mi casa. Hasta con binoculares me vigilaban”.
Rafael Arias Hernández, entonces estudiante de la Facultad de Economía, donde presidió la sociedad de alumnos, fue uno de los detenidos posterior al 26 de septiembre de 1968. Agradece la disposición del obispo Emilio Abascal y Salmerón y al obispo coadjutor, Sergio Obeso Rivera, ahora Cardenal, por permitir el cambio de cheques en sus parroquias de los padres de algunos estudiantes detenidos para poder pagar así la fianza y lograr su liberación.
“A nosotros obviamente, en la Facultad de Economía, acompaño al director fundador Roberto Bravo Garzón y nos detienen a los dos…siguieron deteniendo a gente por varios días. Salimos (de la cárcel) el 2 de octubre a las 6 y media de la tarde, de no ser por la intervención que siempre voy a reconocer, al obispo Emilio Abascal y Salmerón y al obispo coadjutor, Sergio Obeso, que permitieron que en sus parroquias se cambiaran los cheques, la hicieron de cajeros automáticos, nos habían fijado fianzas, si no salimos ese día a las 6 y media o 7 de la noche, no hubiéramos salido porque la matanza del 2 de octubre en México fue alrededor de las 7 o 7 y media, algo así. Obviamente nos hubieran mantenido a todos en la cárcel”.
El movimiento previo
De los hechos históricos recordados en esta fecha, el Doctor en Economía, Rafael Arias Hernández destacó el movimiento previo a las movilizaciones en la capital del país en los que participaron los estudiantes de Xalapa, Orizaba, Córdoba y el puerto de Veracruz, en defensa de la Universidad Veracruzana, que para entonces enfrentaba una severa crisis económica, dejando sin pago de aguinaldo a sus trabajadores el año anterior, y provocando la formación de Coalición Unificadora de loa Trabajadores de la UV, que en junio de ese año inició un paro en reclamo de mejores condiciones laborales.
“Fue un movimiento en contra de los ineptos y corruptos que manejaban la Universidad Veracruzana que habían suspendido aguinaldos, pagos, etc. fue una reacción de maestros, trabajadores y alumnos y que concluyó los primeros días de julio. Ese primer movimiento, que fue muy importante para la UV, digamos que se ganó, porque se pagaron las prestaciones, y el gobernador hasta separó Enseñanza Media de la universidad; el segundo movimiento que fue al que nos incorporamos en julio, después del pleito de las prepas y todo eso, como todo mundo sabe, no terminó bien. Terminamos siendo parte de la represalia de un gobierno autoritario, de un gobierno que no extendió el diálogo, que no atendió a los jóvenes en la población en general y que se significó por eso, por un autoritarismo”.
Reflexionó que tanto este hecho, como el ocurrido el 2 de octubre y los que antecedieron y secundaron las movilizaciones del 68 deben lograr la obligación de “gobernar al gobierno”.