No se concibe “un Gobierno rico, con un pueblo pobre”, dijo AMLO durante su campaña y sin embargo en la celebración trascendental de la boda de César Yáñez con Dulce María Silva, donde los nuevos esposos estuvieron acompañados del Lic. Andrés Manuel López Obrador y su distinguida esposa, se disfrutó de un ambiente FIFI.
Los invitados y los nuevos esposos (que echaron la casa por la ventana) hicieron que los detalles y el dispendio brillaran con gran lujo, junto a los asistentes, quienes lucieron sus mejores galas, como en aquellas fiestas esplendorosas de los amigos y colaboradores del General Porfirio Díaz y doña Carmen Romero Rubio.
Del menú de la boda, mejor ni hablamos, porque resultaría muy egoísta mencionar “la soga en la casa del ahorcado”, y de la música y el drink ni mencionarlos, pues haciendo cuentas los que saben de presupuestos para este tipo de celebraciones, calculan un gasto que oscila entre los cinco y diez millones de pesos, que nadie gasta (aunque los tenga) en estos tiempos de “gobiernos quebrados” y de austeridad obligada ante los nuevos sueldos de la burocracia, que nunca serán mayores a las percepciones del próximo Presidente.
En contraste con los dispendios y festines de los “nuevos ricos” falta que la inflación, la devaluación y el desempleo, agudicen la pobreza y se incremente más el número de quienes por vivir con tantas limitaciones y privaciones, pasen a engrosar las filas de la delincuencia, imparable hasta hoy, por más que se anuncie la llegada de la ex Ministra Olga Sánchez Cordero a la Secretaría de Gobernación y las estrategias del experimentado Alfonso Durazo Montaño, pues cuando los delincuentes primarios salen libres con tantas facilidades con el nuevo sistema penal, se ve difícil acabar con este cáncer social.
Si fue el empresario y futuro Jefe de Gabinete del próximo Gobierno Alfonso (Poncho) Romo, o algún otro u otros mecenas, quienes apadrinaron la boda de Cesar Yáñez, sería bueno una aclaración pertinente y oportuna, para evitar la montaña de “memes” que han aparecido en las redes sociales sin dejar títere con cabeza. No hacerlo sería incurrir en el viejo dicho de que “el que calla otorga” y entonces el gasto dispendioso de la mencionada boda, constituiría un desafío o una contradicción a quien, en campaña y después, se ha comprometido a vivir “”en la medianía de sus ingresos lícitos”” cumpliendo el apotegma de Juárez.