Antes de que asumiera la Presidencia Luis Echevarria Álvarez, se le responsabilizó de haber dado la orden al ejército mexicano, para disolver la manifestación estudiantil, aquel fatídico 2 de octubre de 1968. El titular de la SEDENA, Marcelino García Barragán, jalisciense bragado cuya lealtad a la Patria, está fuera de duda, con mucha hombría le expresó al Presidente Gustavo Díaz Ordaz, que los militares bajo su mando intervinieron en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, por una orden expresa del todavía Secretario de Gobernación Lic. Luis Echevarría Álvarez.
Curiosamente a la mitad del sexenio del Presidente Echeverría, un 17 de septiembre de 1973, una célula de la Liga Comunista “23 de septiembre”, en un intento de secuestro asesina a Garza Sada, quien era a la sazón líder de los empresarios regiomontanos, que formaban parte del Grupo Monterrey, ideológicamente contrario al populista gobierno de don Luis. Fueron seis los presuntos secuestradores de Garza Sada y se señaló al guerrillero Edmundo Medina, como el asesino material del empresario.
El recientemente fallecido General Mario Arturo Acosta Chaparro, escribió en sus memorias, que fue un comando de la Liga Leninista Espartaco, compuesto de seis guerrilleros, el que se encargó de planear y ejecutar el fallido secuestro; y que un tal Mónico Rentería, apodado “el Ulises”, participó en dicho atentado, asegurando que no tenían el propósito de privar de la vida a don Eugenio, sino que la idea era secuestrarlo, para exigir un rescate por la cantidad de cinco millones de pesos.
El ideario “Cuauhtémoc” que constituye principios y recomendaciones de Garza Sada, persigue inculcar entre los trabajadores de sus empresas, el respeto a la dignidad humana, por encima de cualquier consideración económica, también recomienda reconocer el mérito en los demás; controlar el temperamento; evitar las bromas hirientes entre compañeros de trabajo; practicar la cortesía, la tolerancia, la puntualidad, la veracidad, evitando la vulgaridad en el vocabulario; disfrutando el trabajo; pensando siempre en el interés de la empresa, que garantiza a su vez, el interés propio del trabajador; y en suma, consolidar el coraje y los valores de quienes pueden convertirse en ejemplo de vida.
En la política deberían adoptarse tales principios, para hacer realidad el verdadero cambio social que México necesita.





