Y de pronto, el anuncio: no habrá persecución ni se fincará responsabilidad a quienes hayan delinquido mediante la corrupción antes del primero de diciembre próximo. Así de fácil y llano lo dicho por Andrés Manuel López Obrador quien argumentó que “he venido diciendo que no es mi fuerte la venganza y que no creo que sea bueno para el país el que nos empantanemos en estar persiguiendo a presuntos corruptos”. Concluido el anuncio, en los 32 estados de la república y en los casi 2 mil 500 municipios sonó el descorche de botellas de vino y brindaron todos. Los corruptos, claro. Increíble escuchar algo así de un hombre que durante más de 30 años se ha dedicado, precisamente, a denunciar la corrupción en todos los órdenes; increíble viniendo de alguien cuya bandera de campaña que lo llevó a la victoria fue, precisamente, el combate a la corrupción y al abuso de quienes teniendo la responsabilidad de servir al pueblo terminaron sirviéndose de él.
Por eso aplaudo la firmeza y la congruencia de Ricardo Monreal Ávila, coordinador de los senadores de Morena, quien fue uno de los primeros en oponerse a tamaña barbaridad pues no es posible que la corrupción sea “perdonada” de manera unipersonal por el próximo presidente de México. Olvida López Obrador que la corrupción ha cobrado vidas inocentes. Pongo sólo un ejemplo: allí donde debía estar un hospital y no se construyó porque se robaron el dinero o lo desviaron, es seguro que un hombre, una mujer o un menor de edad falleció por no tener a la mano medicamentos, doctores ni hospitales. Cómo explicarle a los veracruzanos que padecieron y siguen padeciendo las consecuencias de la terrible corrupción de Javier Duarte de Ochoa y sus secuaces –algunos de ellos verdaderos caraduras- que ahora en esta nueva etapa de amnistía a los corruptos, habrá borrón y cuenta nueva y veremos pronto a Duarte en la calle como si nada hubiera pasado.
Tratando de corregir su dicho, López Obrador dijo después que pondrá a consulta la posibilidad de enjuiciar a los ex presidentes de la República sí y sólo sí el pueblo lo pide, lo que evidencia que por propia voluntad no tiene el menor interés en hacer justicia a los mexicanos castigando a los corruptos. Lamentable, sin duda, que ante el anuncio hayan sido pocas, escasas, casi nulas las reacciones en contra. Y es que sostener, como lo hizo López Obrador, que perseguir a los corruptos podría generar incertidumbre e inestabilidad es síntoma de miedo y debilidad, pues genera la idea de que prefiere no tocar a los corruptos a cambio de que no se incendie el país por la reacción de estos rufianes. Entrados en calor, no tardará, incluso, en anunciar una amnistía a criminales peligrosos con tal de que no sigan ocurriendo masacres en todo el país, y entonces México habrá claudicado en el intento por impartir justicia.
Veremos en qué termina el anuncio de amnistía a los corruptos. Mientras tanto, a los funcionarios públicos federales, estatales y municipales que están acostumbrados a hurtar los bienes de la sociedad les quedan siete días para seguir delinquiendo y llenarse las alforjas pues, como lo dijo López Obrador, la corrupción terminará el primero de diciembre.
POSDATA:
Ya ni la burla perdona el buen Gonzalo Morgado Huesca. Después de vivir a costa del erario prácticamente toda su vida como priista, decide abandonar el barco ahora que este partido está desahuciado. Lo que sorprende es que haya quien todavía lo llene de elogios por su supuesta capacidad de “operación” política. No cabe duda que como bien lo decía el Tlacuache Garizurieta, “vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”. Ni hablar.
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