Las 613 estancias infantiles de Veracruz que atienden un promedio de 30 mil niños, recibían 950 pesos por cada criatura. Con esa cantidad el menor tenía derecho a comida, atención pediátrica y psicológica, atención especial a los menores con capacidades diferentes, buena cama y medicinas seis días a la semana.
El presidente Andrés Manuel López Obrador quitó el subsidio y dijo que daría 800 pesos a las madres por cada hijo de dos años o menos, para que los lleven a la estancia de su preferencia. Y el Secretario de Hacienda Carlos Urzúa, metido a consejero maternal, sugirió que ese dinero se entregue a los abuelos para que no estén de bolsones y atiendan a sus nietos.
Pero en ambos casos la medida es pésima.
El argumento de AMLO para quitar el subsidio es que hay mucha corrupción en las estancias y tiene toda la razón. Pero si se basa en esa premisa tendrá que dejar sin presupuesto a todas las dependencias de gobierno porque en todas hay corrupción y abundan los corruptos.
La sugerencia de Urzúa es, por decir lo menos, una soberana estupidez. Lo dije el pasado día 8 y lo repito ahora: una persona de más de 60 años está incapacitada para aguantar la carga de energía que trae un chamaco de dos o tres años. Y con 800 pesos que le paguen apenas alcanzará para las flores si se muere de un infarto al miocardio.
Bajar la edad de 4 a 2 años para que un niño asista a una estancia, es violatorio de sus derechos y un acto de inhumanidad de un presidente que presume de sensibilidad con los desprotegidos. ¿Es que quiere que esos menores acompañen a sus padres al trabajo o los esperen en la parada de un semáforo vendiendo chicles?
Este lunes, la profesora María Martínez responsable de una estancia en una comunidad de Los Tuxtlas “dejó de recibir a 10 niños cuyas familias no pueden cubrir los costos de una despensa que les pidió, en aras de mantener su presencia y apoyarles hasta donde se pueda. La opción de los padres fue ya no llevar a sus pequeños”, dice en nota informativa el reportero Francisco de Luna.
Y es que una despensa significa un desembolso de al menos 300 pesos que no ven quizá en semanas esas familias en una de las zonas más pobres de la entidad.
Los encargados y trabajadores de las estancias (que están lejos de ser corruptos y ladrones) organizarán una protesta nacional para exigir que les devuelvan ese subsidio, pero es casi seguro que no les hagan caso.
¿Por qué?
Porque AMLO es de los que no aceptan que se equivoca y es difícil que dé marcha atrás. Ceder y rectificar no son palabras que estén en su diccionario ni en su vocabulario.
Una solución sería que para salir del paso convoque a una consulta popular. Y la otra, que le eche la culpa a los legisladores de la oposición que no apoyarán la creación de la Guardia Nacional si el gobierno federal no regresa el subsidio a las estancias.
Nadie niega que hay corrupción en las estancias infantiles, pero olvidarse de los corruptos (cuando deberían ser perseguidos y encarcelados) para ensañarse con unos menores indefensos, es un acto cruel e inhumano. Y el presidente López Obrador debería saberlo.
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