Cada persona que sale de Centroamérica rumbo a los Estados Unidos, carga junto con sus escasas pertenencias una o varias historias de hambre, hostigamiento, falta de oportunidades, persecución e impotencia. Por lo que tenderles la mano es deber moral y humano de todo gobierno dentro de sus posibilidades.
A principios del 2018 los migrantes centroamericanos llegaron por docenas a nuestro país, después fueron cientos y pronto se multiplicaron por miles. Para octubre eran tantos que se convirtieron en una bronca que ya no quiso atender el presidente Peña Nieto, pero que alentó el electo Andrés Manuel López Obrador: “Todo migrante es y será bienvenido”.
En plan de prometer prometió visas humanitarias y trabajo. Esto bastó para que se abrieran las puertas a una migración masiva e irresponsable. Los traficantes de personas vieron el cielo abierto y por el Suchiate llegaron ciudadanos de El Congo, Nueva Guinea, Costa de Marfil, Etiopía y Eritrea.
López Obrador pensó que todos los migrantes culminarían su viaje en Estados Unidos y al facilitarles la entrada y la estancia en México, la Comunidad Internacional le pondría una estrellita en la frente.
El resultado ya lo sabes lector; el gobierno de Donald Trump le ha regresado miles a Mexicali, Tijuana y Ciudad Juárez a que esperen una visa que difícilmente obtendrán. Y por añadidura México se convirtió en el “Tercer País Seguro”, cuando no cuenta con recursos ni infraestructura para darles techo, comida y sustento.
En el sur de Veracruz la cosa está candente.
Todo migrante centroamericano en tránsito hacia EU tiene que pasar forzosamente por Acayucan, municipio de 84 mil habitantes que en meses normales, esto es, antes de que comenzaran las caravanas multitudinarias, tenía una población flotante de tres mil personas. En enero del año anterior la cifra subió a 12 mil lo que ya era un problema, y en la actualidad recibe a 120 mil migrantes al mes, según el Instituto Nacional de Migración.
Y todos comen tres veces al día.
Los migrantes tienen bien entrampado a López Obrador al que el iracundo Trump dio tres meses de plazo para disminuir sustancialmente su flujo. Y mientras por un lado les echa a la Guardia Nacional, por el otro promete ayudarlos. Mientras por un lado aprieta por otro los procura porque dice que la Biblia habla de atenderlos.
Y no, lo que la Biblia dice es que hay que dar un trato humano a los forasteros, pero sin descuidar a los de casa. Es decir, AMLO no dijo el versículo completo; como los predicadores ventajistas y mañosos, maneja la Biblia en su provecho y cuenta sólo lo que le conviene.
En contrapunto, al decir verdades a medias desobedece las Sagradas Escrituras, pero eso al parecer le importa pura corneta. Como le importan lo mismo los veracruzanos pobres.
Sólo por poner un ejemplo; Ixhuatlán del Café es un municipio de 21 mil 400 habitantes de los cuales 18 mil 700 viven en la pobreza. De éstos, el 44.2 por ciento padece pobreza moderada y el 42.6 por ciento pobreza extrema.
Y como este municipio hay mínimo cincuenta cuyos habitantes anhelan al menos una parte del apoyo que el presidente otorga a los hermanos centroamericanos. Pero este apoyo nomás no llega y sólo Dios sabe cuándo llegará. Hasta hoy no han recibido siquiera un kilo de frijol con gorgojo del gobierno de la 4T.
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