Interesante lo que publica hoy en su columna el periodista Carlos Loret de Mola:
Hubo bromas y coqueteos políticos. El presidente López Obrador decía que él no hubiera querido que el mandatario priista de Campeche, Alejandro “Alito” Moreno, dejara la presidencia de la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago)… que mejor se fuera con él al gabinete… que mejor se pasara a Morena… risa y risa.
Hasta que el presidente López Obrador como que se puso serio y expresó a los gobernadores priistas: hay que apoyar a nuestro amigo “Alito” para que sea presidente del PRI… y el que no lo haga… se le reflejará en su presupuesto.
Estallaron las carcajadas.
Sucedió el pasado 5 de junio en Palacio Nacional. Una muy amena charla entre el primer mandatario y los doce gobernadores de uno de los partidos de oposición, el PRI. El encuentro sirvió como un espaldarazo sin medias tintas a la aspiración del todavía en ese momento gobernador de Campeche, Alejandro “Alito” Moreno, a la dirigencia nacional priista.
Sobre todo porque el presidente fue más allá: preguntó a los once gobernadores y una gobernadora qué obras pendientes tenían en sus estados. El presidente pidió a Alejandro Moreno que tomara nota. Al terminar la pasarela de peticiones, López Obrador mandó un mensaje claro: el encargado de dar seguimiento a estas peticiones, el vínculo entre el gobierno federal y ustedes, es desde hoy “Alito”.
Así me lo relatan varios asistentes al encuentro.
(Es importante señalar que para esa fecha, Alejandro Moreno ya no era el presidente de la Conferencia Nacional de Gobernadores, la Conago, así que no había espacio a la duda del mensaje del primer mandatario: si algo le queda de aquel corazoncito priista que tuvo, está claro con quién está alineado).
Fue la última señal que hacía falta. Se habían venido acumulando varias en la misma dirección: el PRI estará encabezado por Alejandro “Alito” Moreno y no por su principal contendiente, el doctor José Narro, ex rector de la UNAM y ex secretario de Salud.
La señal más contundente, la señal que definió todo, sucedió el 27 de mayo. Se reunieron once de los doce gobernadores del PRI en Toluca, Estado de México. Siete de los once manifestaron su determinación de apoyar a “Alito” para que fuera el nuevo dirigente del partido. Ante eso, los cuatro restantes se sumaron. Una comisión de tres gobernadores informó de la decisión a Narro. A esa reunión sólo faltó la sonorense Claudia Pavlovich porque ella apoyaba a Narro (y ya se veía venir para qué iba a ser la reunión en Toluca), pero al día siguiente no le quedó más que alinearse.
Semana y media después, el 5 de junio, la encerrona con el presidente López Obrador en Palacio Nacional selló el pacto.
El 13 de junio Moreno solicitó licencia al gobierno de Campeche y el día 19 Narro renunció a la contienda y al PRI. Se había quedado seco de apoyos.
Sin embargo, en el cuartel de Alejandro Moreno registraron que el doctor Narro se fue pateando la mesa: acusan que algunos encumbrados en el INE, discípulos de Narro y que lo querían ver al frente del PRI pues les aseguraba que se mantendría el dique opositor en el Senado que impediría una reforma electoral, operaron contra el exgobernador de Campeche mandando oficios para descarrilar el método de elección abierta (preferido de “Alito” para definir al nuevo dirigente priista), cosa que habría dejado en manos del Consejo Político del PRI (más cercano a Narro) la determinación del cargo.
En cualquier caso, hay tres contendientes a la dirigencia del PRI. Luce muy muy favorito Alejandro Moreno. La exgobernadora de Yucatán, Ivonne Ortega, está también apuntada. Aparece también Lorena Piñón, veracruzana de corta carrera política, a quien acusan de haber sido impulsada por “Alito” para que Ortega no crezca.
Lo interesante será ver si Alejandro Moreno mantiene la línea de cercanía al presidente o busca endurecer el tono y explotar ese mercado electoral. Y si eso pasa antes o después del 11 de agosto, la fecha de la elección interna priista.