EL “OREJA” NÚMERO UNO

Desde las 6 de la mañana, el Subsecretario Juárez manda tarjetas a un hijo de López Obrador, para que éste a su vez se las entregue a su señor padre, el Gran Tlatoani, y así éste tenga una radiografía de lo acontecido en las últimas horas en Veracruz.
Pero Juárez no sólo manda los “logros” de Cuitláhuac, sino también (obvio es) las noticias desagradables: los feminicidios, los secuestros, las extorsiones, los cobros de derecho de “piso”, los asesinatos, las ejecuciones, los asaltos, los robos, etc…
Por eso es que a Juárez no lo quieren en Palacio de Gobierno. Lo tienen casi como apestado.
Juárez nada hace por preservar la gobernabilidad, o la gobernanza como suelen decir los intelectuales de la política.
Juárez no dialoga con ningún grupo político, con ningún colectivo, con ningún dirigente de partido, ni siquiera con las cabezas del Club Rotario.
Toda la audiencia, toda la gestión, la tiene un cercano, cercanísimo colaborador del Secretario de Gobierno. Ese subtalterno es el que atiende diariamente a decenas de organizaciones, a cientos a la semana, y miles al mes. Ahí, en esa oficina del subalterno del otatitleco se concentra todo. Lo es que es todo, es tooooodo.
Pero eso a Juárez no le importa, porque es el “oreja número uno” del estado de Veracruz. Le informa nada más y nada menos que al vástago del mero chipocludo de este país.
Pero obvio es que Juárez no es el que hace la chamba pesada de las tarjetas informativas. Él no se levanta a las 3 o 4 de la mañana para ir corriendo a la oficina, prender la computadora y checar lo que publicaron los portales de noticias en las últimas horas, las redes sociales… ¿medios impresos?, pues uno que otro, porque en Palacio ya ni siquiera están suscritos y ni siquiera los compran en los estanquillos… si acaso checan algunas versiones web de esos rotativos.
Juárez no hace el trabajo rudo. Para eso están los asistentes. Juárez sólo le da un vistazo a los archivos digitales que le mandan a su celular. Y no necesariamente los recibe en su oficina, sino en la comodidad de su hogar. Acostado en su camita o arriba de la caminadora, o en el “trono”, palomea, elimina, “edita”…. le da click al “envío” y… ¡voilá!… el retoño de AMLO está informado de todo, de todito lo que acontece en estas tierras jarochas.
Y eso es todo lo que hace Juárez. Va un rato a la oficina de vez en cuando, a la hora que quiere, rara vez se le ve en alguna parte del estado negociando con grupos políticos para que no tomen carreteras, no tomen casetas, no bloqueen caminos. Vamos, muchos alcaldes ni siquiera lo conocen.
Pero eso no pareciera quitarle el sueño. Lo único que le preocupa es que el descendiente de El Peje esté “informado”. Pero siendo así, el señor Juárez nos sale muy caro, carísimo, a los veracruzanos. Es el “oreja” más caro de Veracruz. Es un “oreja” con pedigrí, un “oreja” muy Fifí.
Y fuera de eso, Juárez no hace otra cosa, lo que se dice nada. A veces transcurren dos semanas sin que realice siquiera alguna actividad interna, en su oficina. ¿Eventos públicos?, ¿actos oficiales?, ¿giras?, ni en sueños. Y si alguien lo duda, vastaría checar en Google/Noticias a CARLOS ALBERTO JUÁREZ GIL, y verán que no hay ninguna actividad reciente. Y si checan el portal oficial de la Subsecretaría de Gobierno sólo verán una actividad propia realizada hace mucho rato y el resto son acciones relativas al Secretario de Gobierno.
Ah, se nos olvidaba, aparte de ser la “oreja” del consanguíneo de Andrés Manuel, Juárez tiene otra preocupación: Tabasco, su natal Tabasco.
Y es que el señor Juárez sueña con ser Gobernador, pero antes quizá diputado federal o Senador.
Por eso es que Juárez no descuida Tabasco. Todos los días, después de mandarle las tarjetas informativas a su amigo, qué decimos amigo, su brother del alma… cierra los ojos y se ve así mismo en la Quinta Grijalva, gobernando a esa casi república bananera.
Cierra los ojos y casi, como en el comercial de Melate, dice: “ya me vi… ya me vi…”
Y así transcurre la grandiosa vida de Juárez. Ese señor, ¿o joven?, que nos sale muy caro a los veracruzanos. Pues no vive de otra cosa que de nuestros impuestos. Un vividor… sí… a cuesta del erario.
Los veracruzanos le pagamos a este parásito por ser “oreja” y por soñar, soñar todos los días, que algún día, algún pinche día, gobernará Tabasco.