Pensamiento mágico e indolencia

En el liberalismo pus-moderno las políticas públicas son un acto de fe.
Es obvio que el impacto económico de la pandemia de coronavirus tambalea cualquier proyecto político, no obstante, el fenómeno está presente y, por lo tanto, se tiene que combatir, siempre privilegiando las vidas humanas.
Por ello, es difícil comprender la actitud asumida por el presidente López Obrador, ya que está obstinado (a grado extremo), en tratar de eludir la realidad, sus dichos lo delatan.
Por ejemplo, el domingo cuando andaba de gira en Guerrero, además de babear niños y abrazarse con ‘Juan de los palotes’, el tabasqueño nos soltó la siguiente perlita: “Tengo mucha fe de que vamos a sacar a nuestro querido México adelante. No nos van a hacer nada los infortunios y las pandemias”.
En este contexto, el mandatario no ordena tomar medidas radicales (suspender sus mítines, por ejemplo), porque su fe le indica que no pasará nada, su inconmensurable amor por el pueblo, que una buen parte le corresponde, es el mejor antídoto contra el malhadado virus.
Y para darle sustento ‘científico’ a esto último, vean lo que dijo el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, cuando le preguntaron si su patrón podría contagiar a alguien de ser portador del mal: “La fuerza del presidente es moral, no es una fuerza de contagio”.
Como dijo el clásico: ¡ah chingá!.