Un México Traumado. A propósito del imposible que se “necesitaría 120 años para emparejar la brecha de salarios entre ricos y pobres”

“Los pobres no tenemos derecho a enfermar”
Joaquín Montes

Atrapado entre la crisis sanitaria del coronavirus y una intensa y visceral lucha sin escrúpulo por el poder político y económico, y con una sociedad sin memoria histórica, desordenada, recién parida a la libertad, y que ahora entiende que tiene el derecho de exigir resultados a sus gobernantes, venida a la real democracia, un poco atónita, trastabillante, aun con el pendiente de entender que el que gobierne debe mandar obedeciéndole implica corresponsabilidad, y esto significa simple y llanamente que su responsabilidad no termina en el sufragio.
Nacer a la democracia, después de estar viviendo mudos, en silencio, pisoteados, y conformistas, no es fácil, los músculos del espíritu libre aun yacen entumecidos, y quién tienen enfrente seguro pagará los platos rotos, sólo así se entiende por qué se le exige a éste gobierno que subsane el destrozo que hicieron los anteriores gobernantes, como si México hubiera comenzado a partir de hoy, el presente se quedó sólo, y el pasado se olvidó muy rápido como un trauma que hay que dejarlo en algún rincón del inconsciente pensando que nunca se ha vivido.
Un México que aún que quiera olvidar el pasado, el pasado está en su presente, sus rezagos en todos los indicadores le escupen a la cara, como que “en México, aunque los ingresos del 40% de la población más pobre crecieran más que la media nacional, como sugiere el décimo objetivo de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de la ONU, relacionada a la reducción de desigualdades, tomaría más de 120 años emparejar la brecha de salarios entre ricos y pobres”, y esto es un saber insoportable, cruel, porque sabemos que es una ilusión, un imposible, implicaría nulo crecimiento demográfico, un esfuerzo sobrehumano, unidad, y luchar contra propios y extraños (el Imperio), y esto es impensable en un México dividido, un México sin consciencia social e histórica, una lucha contra si mismo y con los otros, por ahora impensable.
Un México traumado, queriendo correr cuando ni siquiera ha aprendido a caminar en libertad, la servidumbre y la maldad del imperio (el 1% de los ricos de todo el mundo que acumula la riqueza global) le pisa el cuello, y sus vasallos locales le recuerda quién es el que manda.
Un México que sabe que ahora es libre, y puede salir a la calle y pedir castigo a los feminicidas, coger al gobierno de la república como el chivo expiatorio de todos sus males, que puede sumergirse en la internet y desahogarse y reclamar sus derechos.
Pero también hay un México que no conoce su país, no saben que hay lugares que hay que llegar caminando, lugares donde la gente que nunca han visto un médico en su vida, que hay cuando menos 25 millones de mexicanos en pobreza alimentaria, y que la pobreza no solo es eso, pues hay gente que tiene algo que comer, pero no tiene acceso a los servicios públicos, o que tiene que trabajar para comer 18 horas, y lo peor sin certeza de un futuro mejor; ese sector de México son los infiltrados, los esbirros del Imperio local y mundial, quienes luchan por el poder, quienes quieren volver al pasado.
Un México que olvida que hay alrededor de 80 millones de clase baja y pobre, alrededor de 40 millones de clase media, y que sólo 5 millones de clase alta quienes detenta todo el dinero y el poder.
Un México que olvida que el promedio del sueldo en México está en 7 mil pesos, y de ahí para abajo, y que eso no alcanza para una vida digna y llegar a fin de mes. Un México que decía que la clase media era quién ganara 6 mil pesos mensuales (Vicente Fox), y que esto es un despropósito.
Un México que olvida que sólo el 50% población es económicamente activa, y que sólo el 1% tienen la mitad de la riqueza del país, y el otro 99% tiene la otra mitad y carga en la espalda a los 125 millones de mexicanos.
Todo individuo que está saliendo de un shock olvida como una medida defensiva, para luego poco a poco entrar a la realidad y procesar lo que le ha sucedido, así entiendo que está México.
Un México que pese a que se le presenta esos datos, esa realidad cruda y dura, y que es el resultado del pasado, un pasado que está vivito y coleando, actuando con descaro y sin escrúpulos, organizándose como buenas mafias al acecho, para asestar los golpes más contundentes al que se atrevió a sacarlos del poder público y político, un México que vemos cómo borró en un santiamén a esos culpables de su trauma, y le exige al que tiene enfrente que le devuelva su salud.
Vive pues México un peligre eminente, o termina por creerles a esos pusilánimes del pasado, la ex mafia en el poder público, y que la guerra sucia que han intensificado haga sucumbir la transición democrática que representa AMLO, o, las fuerzas libres y verdaderamente democráticas hagan transitar a México hacia un nuevo sistema político y humano que garantice decencia, seguridad y prosperidad para los mexicanos.
Marzo de 2020