Sembrar para México y cumplirle patrióticamente; no hay otra opción

Cosechamos lo que sembramos. Solo que en un mundo lleno de desigualdades sociales, de segregación clasista, ni la semilla de la pasión alcanza el “fruto anhelado” que otorga la Justicia Distributiva. De ahí que a la pasión por México para alcanzar metas, hay que sumarle el ingrediente de la ambición, para estar satisfechos de lo logrado y justificar plenamente nuestras vidas.
Termina la Semana Santa y queda en nuestra memoria la sentencia bíblica que consigna Mateo 5:6 “”Bienaventurados los que tienen hambre y sed de Justicia, porque ellos serán saciados””.
Y bien vale la pena recordar el memorable discurso que pronunció el entonces candidato del PRI a la presidencia de la República Luis Donaldo Colosio q.e.p.d., el 6 de marzo de 1994, que a 26 años de distancia pervive en la mente de los mexicanos; subsiste la idea de que fueron sus palabras y su compromiso, con el “pueblo pobre” de entonces, los que causaron su muerte. Colosio puso el dedo en la llaga al reconocer que el “pueblo tiene hambre y sed de justicia”.
Frente al monumento a la revolución en la CDMX, miles de hombres y mujeres aglutinados en las filas de obreros, campesinos y clases populares del PRI, vieron en ese acto a su líder, asumir con mucha pasión y coraje, el compromiso de una redistribución de la riqueza, para lograr el bienestar de las familias mexicanas como única vía para fortalecer la democracia.
Sabía Colosio que la legitimidad y el liderazgo del hombre político, sólo es posible con determinación y persistencia; sembrando con pasión buena semilla, cuidándola y regándola para que el árbol crezca tan frondoso, que sus frutos alcancen para todos y su sombra sea suficiente para cubrir las necesidades de la gente.
Hoy la crisis de valores que se vive en el mundo, será superada con voluntad, paciencia y persistencia. Únicamente hace falta que el elegido para conducir a los mexicanos, no pierda la pasión con que luchó en sus 3 campañas y sobre todo en la última que le permitió derrotar por amplio margen a sus contendientes.
Jamás hay que olvidar que un líder abrumado por los problemas de su pueblo, puede ser agobiado por el cansancio y perder la pasión que lo llevó al triunfo; porque en tal caso el riesgo que corre, es que sus enemigos le arrebaten el “bastón de mando”.