Infame, sin duda, el tratamiento mediático dado a la hija de la Secretaria de Energía, Rocío Nahle García, tanto en redes sociales como en algunos espacios de opinión, pues –hasta ahora- que se sepa su descendiente no es servidora pública y de ser así, haya incurrido en faltas graves en el ejercicio de la autoridad, como si pareciera haberlo intentado el hijo de Manuel Bartlett Díaz, con la pretendida, aunque no concretada, venta de ventiladores médicos a muy alto precio al IMSS.
Y digo que me parece infame, las burlas y el escarnio hacia la hija de la funcionaria federal, pues además de exhibirla y ridiculizarla por haber estudiado desarrollo sustentable, se utiliza como ariete para cuestionar a su madre, la titular de Energía, luego de la reforma en materia de generación de electricidad que, con justa razón, ha merecido críticas de diversos sectores públicos y privados, que ven en esta medida un agravio a la generación de energías limpias.
No defiendo, desde luego, a la secretaria de Energía, pero sí el derecho de su hija a la privacidad y al decoro, pues en las decisiones asumidas por su madre, instruidas por el presidente de la República y por nadie más, la joven no tuvo ni tendrá injerencia alguna.
Llama la atención, repito, el manejo doloso, misógino y hasta violento contra la hija de la funcionaria, y no así contra el hijo de Bartlett o, incluso, contra los hijos del presidente de la República, por sus presuntos derroches en su vida personal, sobre todo en un país marcado –aunque lo niegue todos los días el presidente- por la violencia intrafamiliar y de género, particularmente hacia las mujeres.
Curioso, también, que nadie, en Veracruz, donde gobierna el partido que llevó al senado a la actual titular de Energía, levante la voz para exigir respeto a la hija de la funcionaria, a pesar de que representa a la entidad en la Cámara Alta; repito, no meto ni metería las manos al fuego por Rocío Nahle, quien debe asumir toda la responsabilidad que implica el cargo y las decisiones que hoy asume, pero sí por la joven que está siendo utilizada, insisto, como ariete para arremeter contra la servidora pública.
Infame, reitero, porque se trata de violencia política de género hacia ella, pues si las decisiones que el Gobierno Federal está asumiendo en materia de política energética son contrarias al bienestar público, debieran combatirse y atenderse en instancias legales destinadas para ello, y no emplear el nombre, la imagen y la privacidad de la joven, para ajustar cuentas y dirimir controversias con Rocío Nahle; caso aparte, desde luego, merecen las serias acusaciones de tráfico de influencias y beneficios políticos y empresariales a personajes ligados estrechamente con la funcionaria federal en el sur del estado; pero esa es otra historia.
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