Los caídos

CONTRACOLUMNA
“¿Qué derecho tiene un señor o señora de creer que por escribir una columna tenemos que creer que es verdad lo que dice?”.
José Saramago
Los caídos
Atanasio Hernández
Recuerdo sobre el vidrio de un exhibidor un cartel con fondo blanco en cuyo centro sólo aparecía, con letras muy pesadas, la palabra “¡IMBÉCIL!”, así, con mayúsculas y entre admiraciones. Abajo de ella había una sombra cuadrada, que en realidad era un texto apenas legible a 20 centímetros de distancia.
Uno se acercaba y leía una explicación sobre la fuerza de las palabras y cómo un mensaje debe distinguirse de los miles de anuncios e información que inundan nuestro entorno cotidiano, incluida la Internet y sus redes sociales. Ya que generalmente los ignoramos, o en el mejor de los casos los vemos de bulto, sin siquiera leer, de acuerdo con el diseñador de aquel póster se necesita hacer algo extraordinario para obtener la atención de la gente.
Esto viene a cuento por el desgaste progresivo de la información y mensajes en torno de la pandemia de la COVID-19. Tuvieron un efecto inicial, pero con el tiempo la población parece ignorarlos. Lo que en un principio infundió temor, ahora mueve a risa, si vemos los cientos de memes y noticias sin fundamento que circulan, con los que cada quien forma su idea sobre la emergencia.
En este momento de la transmisión comunitaria del Coronavirus todos estamos en riesgo, pero hay quienes se juegan la vida… literalmente. En Xalapa, por ejemplo, la población menor de cinco y mayor de 60 años llega casi a 100 mil personas: una quinta parte del total. A eso, súmele usted que el estado de Veracruz ocupa el primer lugar nacional en enfermedades cardiovasculares, diabetes, obesidad (incluso infantil) y casos de VIH-Sida.
De embarazadas y fumadores no tenemos índice confiable, porque las primeras lo estarán temporalmente y los segundos resultan un misterio incalculable, prácticamente. El asunto es que, sea como fuere, el porcentaje de la población en peligro es muy alto.
Claro que en este panorama complejo no faltan quienes aún creen que el Coronavirus no existe y se encargan de divulgar teorías tan extrañas como absurdas. Un taxista contaba hace unos días que su hijo es médico en servicio, especializado en Cuba, y le aseguró que todo esto es un invento, una cortina de humo para distraer la atención de todo lo malo que en este país ocurre.
También está Lord Valiente, quien lo mismo cree que “la vida no vale nada”; “si me han de matar mañana…”, “de algo me he de morir” o “todo tiene remedio, menos la muerte”, como decía un octogenario en camiseta, short y chancletas al verdulero de la colonia, quien se encomienda al Creador y mantiene en su televisor los discursos motivacionales y de fe del ministro de cierto culto.
Hay más personajes, por supuesto. Tal vez por eso en la Ciudad de México idearon, materializaron y debieron abortar una campaña de comunicación que, por real, resultó incómoda. Contenía mensajes como “Quédate en casa. Quédate vivo”; “No quieres estar encerrado en casa, pero sí en un ataúd”, “Si sales matas, si sales mueres” y “Mejor encerrado en casa que bajo tierra”. Demasiada realidad.
Aunque, como bien decían sus promotores, se trataba de mostrar lo que implica morir “ahogado lentamente”.
Por eso me gustan los nuevos mensajes de las autoridades de Xalapa. Hay un comercial tipo ciencia ficción en el que en 2025 se conmemora a los muertos durante la pandemia: “nuestros abuelos y seres queridos”, dicen, que fallecieron para que pudiéramos salir a las calles y sentirnos libres. También los del semáforo rojo, “riesgo máximo”. Ojalá que sean como aquel “Imbécil” sobre el cartel blanco y salven vidas.
Espero que acompañen sus dichos con hechos: que exijan a todo tipo de comerciantes cumplir con las medidas sanitarias básicas, y a la población, el menos el uso de cubrebocas. ¿Los van a criticar? Por supuesto, de eso no cabe duda. Pero es mejor actuar a tiempo, pues cuando el polvo de las críticas se disipe podremos ver a los caídos.