Luis Echeverría cumple 99 años este domingo.. y dicen que goza de “buena salud”

El ex presidente de México Luis Echeverría Álvarez (LEA) (1970-1976) cumple 99 años este domingo 17 de enero y es el más longevo de los Ex Presidentes que ha tenido el país. Fuentes cercanas a LEA aseguran que “goza de buena salud”.

En su juventud Echeverría trabajó en el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Uno de sus encargos era tener a hora temprana una síntesis periodística para su jefe y por eso iba todas las madrugadas a los diarios de la capital a recoger ejemplares. Así habría comenzado su relación con la prensa, que se prolongó hasta después de su presidencia porque atendía entrevistas de banqueta cuando tuvo problemas con la justicia por los cruentos sucesos de 1968 y 1971 en México.

En 1970 como candidato del PRI a la Presidencia de la República su su lema fue “Arriba y adelante” y poseí una locuacidad que no se le conoció antes. Ese lema fue creado por Enrique Herrera Bruquetas, a quien LEA, como secretario de Gobernación, nombró primer director de la agencia Notimex en 1968.

El candidato hizo una campaña extensa e intensa por todos los rincones del país y la actividad proselitista fue un éxito gracias en buena medida a que una legión de reporteros, fotógrafos y camarógrafos de todos los medios, fueron llevados a diversas etapas de la gira.

Fue necesario habilitar dos aviones para los periodistas en enero de 1970; uno de ellos se accidentó en el vuelo a Poza Rica y murieron la casi totalidad de sus ocupantes. Sólo el reportero Jesús Kramsky sobrevivió y su nombre, igual que el de sus colegas fallecidos, fue impuesto a las calles de la colonia Prensa Nacional de Poza Rica. Kramsky murió en 2019.

El propio Echeverría había promovido en 1968 la creación de la agencia de noticias Notimex, que fue presentada como gubernamental pero sirvió para impulsar su aspiración a la candidatura y luego ponerse a su servicio ya como postulante del partido en el poder.

Esto último se deduce de un testimonio de primera mano, ofrecido a través de la propia Notimex por el abogado Francisco Fonseca Notario, uno de los fundadores de la agencia y quien cubrió aquella campaña dotado de recursos extraordinarios.

En una serie de cuatro artículos publicados por Notimex en 2016, Fonseca reveló que, en esas giras, aparte de enviar reporteros y camarógrafos la agencia ’participó (…) con un laboratorio de revelado de películas de 16 milímetros a color, montado sobre una unidad móvil; y además con una planta portátil de energía eléctrica, también instalada en un pequeño camión, y que estaba dotada de reflectores para iluminar los sitios de reuniones públicas al paso del candidato’.

Fonseca menciona además, sobre sí mismo, que en esos recorridos “mi labor, entre otras, consistía en acercarme al candidato al término de las labores del día y preguntarle si quería ver lo filmado ese día; iba yo provisto de proyector, bobinas, pantalla y dos o tres focos. Fueron muchos los días que se le proyectaron las imágenes en los vestíbulos de los hoteles de alojamiento.”

Por otra parte, en el equipo de prensa iban, entre otros, dos periodistas que después llegaron a altos cargos -subsecretarios- en el gobierno echeverrista. Ellos fueron Fausto Zapata Loredo y Mauro Jiménez Lazcano, anteriormente reporteros del diario La Prensa.

Ya como presidente, la relación de Luis Echeverría con los medios y los informadores fue dispar. Por ejemplo, fue a las instalaciones de El Heraldo de México a una comida con sus propietarios -Gabriel Alarcón e hijos-, pero fue innegable que fue el autor de la salida de Julio Scherer García de la dirección de la cooperativa Excélsior.

ECHEVERRÍA Y EL 68

No hay duda de que la masacre estudiantil de Tlatelolco se urdió desde los sótanos de la esfera política, pero tuvieron que pasar más de 50 años para encontrar otros culpables con igual o mayor responsabilidad que Gustavo Díaz Ordaz, Marcelino García Barragán y Luis Gutiérrez Oropeza.

Aquella trágica tarde del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas, se convirtió en pieza clave de la historia moderna. Allí llegó el ejército, la policía y un grupo paramilitar conocido como el Batallón Olimpia. A las 6.10 de la tarde, luces de bengala verdes y rojas inflamaron el cielo y comenzaron los disparos contra los estudiantes, cercados por los militares. Durante media hora sonaron las armas. Nadie sabe con precisión cuántos jóvenes murieron aquella noche en Tlatelolco.

El gobierno de México dio a conocer una cifra oficial de 26 muertos, 1.043 detenidos y 100 heridos. En su libro Posdata, el escritor mexicano Octavio Paz citó al diario inglés The Guardian que estimó 325 muertos, mientras que documentos desclasificados del gobierno de Estados Unidos cifran en un máximo de 200 el número de personas que perecieron en la matanza, que tuvo lugar 10 días antes de la inauguración de los Juegos Olímpicos de México 68.

Varios fueron los personajes -políticos, militares e intelectuales- que tuvieron responsabilidad en ese crudo episodio de la historia de México.

El filósofo Emilio Uranga fue uno de ellos, pues se le señaló de urdir el principio y el fin de la represión al movimiento estudiantil para impulsar el ascenso a la presidencia de su aliado, el entonces secretario de gobernación y próximo presidente, Luis Echeverría.

En el libro La conspiración del 68. Los intelectuales y el poder: así se fraguó la matanza, el escritor Jacinto Rodríguez Munguía explica cómo y por qué el movimiento estudiantil terminó en una masacre. El comienzo no fue casual ni el desenlace imprevisto: fueron parte de un plan en el que coincidieron los intereses de Echeverría, del filósofo Uranga y del comandante Jesús Castañeda Gutiérrez, miembro del Estado Mayor Presidencial.

Uranga fue el encargado de la propaganda que se distribuyó con bastante difusión entre la población, a través de la divulgación de artículos periodísticos e información subversiva que legitimaba los actos represivos.

Un día antes del pleito entre escuelas que desembocó en el movimiento estudiantil, se comenzó a publicar en el periódico La Prensa la columna “El Granero Político”, firmada con el pseudónimo bíblico “El Sembrador”.

En aquel entonces La Prensa ya era un diario de gran popularidad en México: en 1968 vendía 185.000 ejemplares y cada uno era leído por al menos cuatro personas.

Sin embargo, de acuerdo con un análisis de estilo elaborado en la Universidad de Texas, y con personas cercanas a Echeverría y al filósofo, Emilio Uranga era el famoso “Sembrador”.

La columna consistía en ensayos breves escritos a partir de datos que provenían de aparatos de espionaje, como la Dirección Federal de Seguridad y los archivos de la Secretaría de Gobernación. En manos de Uranga, esta información se convertía en un arma de propaganda política.

Emilio Uranga fue uno de los filósofos mexicanos más laureados del siglo XX. Conoció y trató a personajes como Albert Camus, Eugen Fink, Martin Heidegger, Georg Lukács, Maurice Merleau-Ponty y Jean-Paul Sartre.

A principios de la década de los cincuenta viajó por Europa, pero a su regreso a México se sumó a la élite de asesores del gobierno en turno, el de Adolfo López Mateos (1958-1964), aunque también mantuvo cercanía con su sucesor, Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) y con Echeverría.

“Por la acción de la propaganda política podemos concebir un mundo dominado por una Tiranía Invisible que adopta la forma de un gobierno democrático. Bajo esta condición, una democracia como la mexicana puede obtener niveles de control popular equivalentes a los que lograría, por la violencia y el terror, una dictadura”, escribió en uno de sus ensayos.

Uranga mismo creía que “lo que debe buscar el intelectual en el político es el instrumento que ponga en práctica sus ideas”. Y Echeverría encontró en el filósofo a un ideólogo discreto y efectivo.

Pero no fue el único que estuvo ahí el 2 de octubre. El filósofo coincidió en la plaza con el comandante Jesús Castañeda Gutiérrez, dos años después nombrado jefe del EMP por Echeverría.

En Parte de guerra, Julio Scherer y Carlos Monsiváis revelaron que Luis Gutiérrez Oropeza, jefe del EMP de Díaz Ordaz, había apostado al menos a diez francotiradores en los edificios de la plaza y que habían disparado contra la población, pero no lograron demostrar la presencia de su subalterno Castañeda Gutiérrez, quien estuvo en Tlatelolco comandando una unidad de doscientos guardias presidenciales del EMP.

En diciembre de 1970, con Echeverría en la presidencia, Castañeda Gutiérrez pasó de comandante a jefe del EMP.

En marzo de 1976, la Dirección de Pensiones Militares había tramitado el retiro de 354 generales y la estructura de mando del ejército quedaría bajo control de elementos del EMP. Esa maniobra fue parte del pago por su papel el 2 de octubre.

ECHEVERRÍA Y LA GUERRA SUCIA

Según documentos desclasificados en Washington, Luis Echeverría Alvarez es responsable directo de la política de exterminio de la guerrilla que se aplicó durante los años de su Presidencia, de 1970 a 1976.

“Las órdenes son tomar medidas drásticas: hacer que los terroristas sean desechables cuando no haya duda de su culpabilidad; las órdenes son reprimirlos hasta donde sea posible”, dice uno de los documentos del gobierno estadunidense incluidos en un reportaje de Proceso.

Otro de los documentos establece que la policía tenía órdenes precisas para tirar a matar al encontrarse con guerrilleros.

De acuerdo con los documentos enviados por diplomáticos estadunidenses en México a sus superiores en Washington, el presidente Echeverría ofreció su colaboración total al gobierno de Estados Unidos en su guerra contra el comunismo, lo que incluía la liquidación de los focos subversivos.