Adrián Duhalt
La cobija presupuestaria de Petróleos Mexicanos no alcanza a cubrir los requerimientos de inversión de todas las líneas de negocio. Actualmente, al igual que en gobiernos anteriores, la prioridad en ese sentido es el desarrollo de las actividades de exploración y producción, así como la refinación – de manera más especifica el proyecto de Dos Bocas, en Tabasco. Mientras tanto, los activos petroquímicos de la empresa continúan siendo la menor de las preocupaciones de esta administración. Los números lo dicen.
Esto no es sorpresa. La producción de hidrocarburos y los ingresos derivados de ésta son de suma importancia para el presupuesto federal y, junto a la refinación, son, al menos en el discurso, cimientos del concepto de soberanía energética que persigue el presidente López Obrador.
A lo anterior sumemos los abultados pasivos de la petrolera nacional, los cuales ascienden – al considerar deuda financiera, proveedores, reserva de beneficios a los empleados, entre otros conceptos – a 197 mil 644 millones de dólares, de acuerdo con el reporte de resultados no dictaminados al tercer trimestre del 2020.
Es en este escenario que la producción petroquímica (derivados del etano, derivados del metano, aromáticos y derivados, propileno y derivados) se ha achicado, pasó de 2 millones 795 mil toneladas en el 2018 a 1 millón 804 mil toneladas en el 2020, una caída de aproximadamente 35%.
Todo esto ante la mirada de la titular de SENER quien con anterioridad ha sugerido (via Twitter) “rehabilitar algunas instalaciones en petroquímica y se reintegren importantes cadenas derivadas del etileno y metano,” dado que se trata de la actividad “donde mayor valor agregado se obtiene del procesamiento de los hidrocarburos.”
El presidente no se ha quedado atrás. En una visita a las plantas de amoniaco de Pemex en Camargo, Chihuahua, en Junio del 2019, informaba a través de sus redes sociales que “sacaremos de la ruina a las plantas petroquímicas para producir fertilizantes y aumentar la producción en el campo.”
Después de 26 meses de gobierno, no mucho ha ocurrido en relación con las declaraciones anteriores. Y es de esperarse, hasta cierto punto. Aunado al estrés financiero de Pemex, el rescate de la producción petroquímica pasa necesariamente por revertir el enorme deterioro infligido por parte de gobiernos anteriores. Para ello, es claro que Pemex no puede sola
Nos acercamos a la mitad del mandato de López Obrador y el desdén hacia la petroquímica de Pemex sobrevive. Mientras tanto, las importaciones aumentan y Mexico continua en su papel de simple observador en cuanto a las oportunidades que esta industria representa.
En cuanto a las importaciones, una fuente a considerar es el Banco de México, quien reporta que el valor de las importaciones de productos petroquímicos y de origen petroquímico (textiles, plásticos, y químicos) fue de 21,452 millones de dólares (mdd) en el 2020 y 18,740 mdd en el 2019.
Otra fuente de consulta es la base de datos de estadísticas de comercio internacional de las Naciones Unidas (UN Comtrade Database). En este caso, al buscar las importaciones de México de plásticos y sus manufacturas (polímeros de etileno, propileno, estireno, cloruro de vinilo, etcétera), el valor reportado para el 2019 es de 24,585 mdd.
Si bien estos números revelan una oportunidad para Pemex y el sector privado, lo cierto es que le toca al gobierno crear el ambiente propicio para que alguno de estos jugadores busque sustituir parte de las importaciones. El reto es que, a la fecha, las señales que emanan de la administración de López Obrador no son precisamente en esa dirección.
Con un producto interno bruto que se contrajo 0.1% en el 2019 y 8.5% en el 2020, es más que necesario reiniciar los motores del crecimiento económico. Revitalizar la industria petroquímica podría ser un camino hacia dicho objetivo.
Adrián Duhalt es investigador posdoctoral en temas de energía en el Instituto Baker de la Universidad de Rice
Articulo previamente publicado en Oil & Gas Magazine