Contracolumna | EL DILUVIO QUE VIENE…

Atanasio Hernández

¡Se inundó Xalapa! Así lo consignan los titulares de algunas notas periodísticas aparecidas tras la lluvia de este jueves, consecuencia del Frente Frío 56, que tuvo a bien llegarnos a estas alturas del partido. Más bien a estas alturas de las campañas políticas, cuando los contendientes a la Presidencia Municipal de la capital veracruzana aprovechan cualquier tema para llevar agua a su molino, literalmente.

Y entonces, al calor de las declaraciones y promesas acostumbradas hay quienes de plano exageran la nota para llevar la situación al extremo y afirmar que la ciudad estaba bajo el agua. Quien no viva aquí podría imaginar elaboradas escenas submarinas o al menos venecianas que no corresponden con una realidad innegable: buena parte de la mancha urbana seguirá inundándose o encharcándose, dicho de mejor manera, durante muchos años por venir.

No lo digo yo. Baste citar un estudio reciente del proyecto City Adapt en Xalapa, como parte del Programa para el Medio Ambiente de la Organización de Naciones Unidas, sobre la vulnerabilidad ante el cambio climático. Los mayores peligros detectados se relacionan con inundaciones y movimientos de ladera (derrumbes, deslizamientos), sobre todo en los extremos de la zona norte, donde se encuentran las colonias de más reciente crecimiento y la porción de cañadas con pendientes más abruptas, en los límites con el municipio de Tlalnelhuayocan.

Los escenarios para la región indican –de acuerdo con el estudio–, que durante los próximos 20 años seguirán aumentando tanto la intensidad de las lluvias como la temperatura.

Si en lugar de buscar quién nos la pague investigamos quién nos la hizo, más de uno entre los políticos que hoy se rasgan las vestiduras no saldría bien parado, pero lo considero un ejercicio inútil. Vale más echar una mirada al pasado, hacer memoria, nos permite identificar las causas para buscar soluciones en el mediano y largo plazos. No será antes.

Para empezar, el poblamiento y expansión de la Xalapa moderna, así como de su zona conurbada, fue caótico. En los años ochenta la migración, pero sobre todo los “movimientos sociales” y la ocupación de tierras se dieron sin planeación alguna ni control del suelo urbano. Así, dice el estudio referido, la ciudad creció ocupando (eliminando) áreas de alto valor ecológico y en zonas vulnerables a desastres como deslaves e inundaciones: El resultado fue la Deforestación, pérdida de acuíferos y contaminación de las fuentes de abastecimiento de agua.

Aiga sido como aiga sido, las autoridades municipales de entonces no se preocuparon por reglamentar los usos y controlar el suelo urbano, lo que incorporó a la ciudad importantes extensiones forestales y agropecuarias.

Si la naturaleza tiene memoria, cuando llueve el agua corre hacia donde debe. Por ejemplo, ¿a quién carambas se le ocurrió poblar la zona de La Lagunilla? Digo, si en el nombre llevan la penitencia, basta pensar en el significado de esa palabra… en español, claro.

¿Ahora nos parece que los daños son mayores? Cheque estos datos: en 2012 se registró que el índice de lluvias anual se superó desde septiembre y junio habría sido el mes más lluvioso de los últimos 90 años. En 2016, una tormenta con lluvia y granizo dejó afectaciones en 52 colonias. La precipitación equivalió a 66.5 milímetros; lo de un mes cayó en sólo 90 minutos.

Esto muestra que avisados, estábamos, y no se trata de construir drenajes pluviales a lo largo y ancho de Xalapa, sino de cambiar el chip –como los chavos dicen– y participar desde el lugar que nos corresponda en iniciativas que nos permitan vivir de mejor manera. Así como seremos otros después de la pandemia, pensemos en la necesidad de un entorno más armónico porque el diluvio, inevitablemente, viene…