Manolo cava su “tumba” política y muestra su “lápida”

Manolo el bicicletero, marino fracasado que busca naufragar en la política, remolcando en su naufragio su título de marino, es persona singular, como de tira cómica.

Busca reconocimiento y consigue burlas; es el bufón de las elecciones de Coatepec.

Camina por las calles, arrastrando simbólicamente el uniforme que alguna vez portó de marino y ensuciando hasta la ignominia al falso político que quiso y nunca logró ser.

Cercano a los Yunes por negocios convenientes, al verlos caer, clarifica su trágico fin, entonces su subconsciente piola, se pone a elucubrar, busca y encuentra, la lápida adecuada para su tumba política, orgulloso, la exhibe, la muestra, despliega su rústico acabado, sus pobres y luidas letras, tan austeras como el futuro del ex alcalde Manolo Sánchez, quien robó a Coatepec e intenta volverlo a robar.

Se le nota temeroso, nervioso, tenso, hay algo en su inventario que no encaja: lo que quería ser y el mamarracho en el que se ha convertido.

Camina por el calvario hacia su muerte política. Lo sabe, lo siente, lo huele, su voz gangosa de veterano destemplado y medroso, tiembla al pronunciar cada palabra.

Antes de elegir su tumba, debe haber pensado si elegir algo que se alzare al cielo, erecto como un falo, o quizás que tuviera la modesta proporción de un túmulo.

Un vaso funerario que contuviera las cenizas políticas del difunto ex alcalde Manuel, o el depósito no incinerado en la memoria, de aquellos que cometieron el error de darle su voto, a este corrupto mortal.

Los difuntos, incluso, los muertos políticos como Manolo albergan la ilusión de que alguien sigue pensando en ella y si es con gratitud, mucho mejor.

Manolo, está terminando de cavar su tumba política, pero como cuando se trata de tumbas, todo es irracional, ya nos muestra su lápida.

En “Paz Descanse”. En ocasiones, los “muertos” -como en la novela de Rulfo- continúan hablando con nosotros.